Doña Gadea
Fecha: 12/09/2024,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Rosa1972, Fuente: CuentoRelatos
... abrochaba por delante y generosamente dejó varios botones sin abrochar. Con el torso desnudo recogió la habitación y echó un vistazo por la ventana, seguía lloviendo y soplaba el viento. Quería darme tiempo a que acabase mi paja. Yo seguía hipnotizada por aquellos pechos llenos de leche a reventar y comprendí que tenía que darme prisa. En su cara tenía una media sonrisa, mezcla de orgullo y placer, estaba disfrutando la situación. Me hubiese gustado que se acercase y al menos me besase, aunque fuese en la mejilla, pero verla así, paseándose por la habitación me producía mucho morbo. No intercambiamos ni una sola palabra y mientras ella escogía algo para ponerse con la falda me corrí y me dejé escurrir entre las mantas.
Allí me quede un rato mientras ella cumplía con sus obligaciones de madre. No sabía qué hacer. me levantaba y me iba a mi casa? No tenía nada que ponerme, solo el edredón con el que había llegado la noche anterior. Me tomé la libertad de coger unas mallas y una sudadera de su armario. La sensación al ponerme su ropa fue muy agradable, los pezones se me pusieron exageradamente duros.
Ni la mejor actriz del mundo hubiese sido capaz de aparentar absoluta normalidad al día siguiente como Gadea lo hizo. ¿Como puede estar alguien tan segura de sí misma y actuar como si nada? ¿Era yo la primera chica que se adentraba entre sus piernas? ¿Qué iba a ocurrir a partir de ese momento? Esa era la clase de preguntas que iban y venían por mi cabeza. Lo cierto era que ...
... casi nada dependía de mí, ella tenía una superioridad sobre mí que me era imposible revertir. Lo digo porque fueron pasando los días y cualquier observador neutral apostaría a que yo podría desaparecer de su vida y ella ni se inmutaría, en cambio si ella me faltase yo lo pasaría muy mal, como así fue.
Las siguientes semanas, hasta Navidad, yo, que tenía las tardes libres, me pasaba un montón de tiempo en su casa. Allí, en lo alto de aquel edificio, teníamos nuestro nido, a salvo del resto del mundo. Yo era feliz, a pesar de que no tenía de Gadea todo lo que deseaba. Pasábamos muchas noches juntas y le regalaba dos o tres orgasmos cada día, pero, a cambio recibía muy poco. Ella a mí, casi ni me tocaba y yo no podía besarla ni tocar sus pechos, se incomodaba cada vez que yo intentaba hablar de eso y la respuesta siempre era la misma: no puede ser. Y el caso es que yo podía ver en sus ojos el deseo de abalanzarse sobre mis veinte años y comerse mi cuerpo y beberse mi juventud. Se le caían los ojos mirando mi coñito depilado.
Pero qué demonios le impedía disfrutar plenamente de lo nuestro, acaso así sentía no estar engañando a su marido o le parecía que desde un punto de vista religioso era menos pecaminoso.
Me pasaba el día pensando en ella, incluso en el trabajo creía sentir el olor de su coño, me masturbaba en su casa muchas veces, ella me enseñaba su cuerpo para excitarme o a veces yo misma me tocaba mientras comía su tesoro e intentaba correrme a la vez que ella, pero, ...