Jefa bien cabrona con sorpresa morena
Fecha: 14/09/2024,
Categorías:
Transexuales
Autor: follandoletras, Fuente: CuentoRelatos
... todavía que su carácter, y cuyo tamaño amenazaba con dar de sí la propia minifalda.
- ¡Venga aquí!
Me agarró por el pelo mientras todavía estaba pensando en sus glúteos, y me arrastró unos metros hacia el otro lado de la habitación, donde quedaron esparcidas todas las muestras.
- Vamos a contar juntos, ¿le parece?
Tenía una fuerza extraordinaria. Me puso en el suelo en un movimiento. Se colocó encima mía, los dos de rodillas. Sentía la presión gigante de sus tetas sobre mi espalda. Su pelo largo descendía hasta tocar mi cara, y su perfume me estaba nublando el pensamiento.
- Cuente en alto, cretino, ¡uno por uno!, ¡vamos!
Su mano, suave pero certera, sujetaba la mía y me obligaba a depositar cada muestra de nuevo en la caja.
- ¡UNO! ¡DOS! ¡TRES!
A cada número, mi jefa me tiraba el pelo hacia arriba y empujaba su cuerpo contra mi culo. No sé qué coño me pasaba, pero toda la situación me había provocado una erección gigantesca que estaba disfrutando cada segundo.
- ¡QUINCE!, ¡DIECISÉIS! ¡DIECISIETE!
Cada vez los golpes eran más fuertes, y me dio la sensación de que estaba usando algo más que su cuerpo mientras golpeaba mis nalgas. Conseguí meter algunos de sus pelos en mi boca sin que se diera cuenta, lo cual me la puso todavía más dura, además de aumentar el olor de su perfume. Antes de llegar a la treinta, me golpeó tan fuerte que salí deslizándome hasta el mueble de la pared, golpeando mi cabeza y dejándome aturdido, más de lo que ya ...
... estaba.
- Veo que te niegas a colaborar. No me gusta eso. No me gustan nada los rebeldes.
Balbuceé algunas palabras sin sentido, pero apenas tuve tiempo hasta que me puso boca arriba con un solo movimiento de su pierna. Desde esa posición, sus tetas eran todavía más magníficas, apenas le dejaban ver la cara, la camiseta se pegaba a ellas como una segunda piel en una curvatura perfecta, y aunque todo se había vuelto extremadamente extraño, seguía sin poder pensar en otra cosa.
- Vaya, no solo desobedece mis órdenes, sino que disfruta su falta de respeto.
Apoyó su pie izquierdo en mi polla, y no fue hasta ese momento en que me di cuenta de que mi erección debía ser visible desde kilómetros de distancia. El mono de trabajo era de ropa ligera y apenas ofrecía resistencia. Apretó con fuerza, pero apenas reaccioné a emitir algunos gemidos incongruentes. En seguida se sacó su zapato y comenzó a mover su pie sobre mi pene de un lado para el otro con violencia, pero de manera constante. No pude evitar abrir mi boca ante el placer que me estaba dando.
- Oh, mi pobre bebé, ¿tiene hambre ya?
No entendí nada hasta que puso sus dos piernas entre mi cabeza. Me quedé mirando su culo, pero la poca luz de la sala y lo cachondo que me sentía no me dejaban enfocar nada. Se fue agachando de manera pausada, y a cada centímetro que avanzaba hacia mi boca, un pene igual de moreno que sus tetas e igual de imponente que su culo se dejó ver entre su minifalda de cuero.
- ¡No!, ...