Mi odiosa madrastra, capítulo 6
Fecha: 21/09/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... hasta el nacimiento de su hombro. Nadia se estremeció por las cosquillas que le generaba mi respiración, y se aferró más a mí. Sus enormes tetas se apretujaron en mi cuerpo.
Entonces me agarró del rostro, y lo puso frente al suyo. Ahora su nariz hacía contacto con la mía. Nadia hizo movimientos a derecha e izquierda, en un tierno beso esquimal. Luego se detuvo, y me miró a los ojos. Su expresión era seria. Por un instante no quedaron rastros de la alegría infantil que le generaba herir a ese tipo que la había agredido tanto física como verbalmente. Daba la impresión de que eso ahora no importaba.
— Me alegra tener a alguien como vos, que me apoye y que me respete, sin pretensiones, y sin confundir las cosas —dijo.
— No es nada. Aunque la verdad es que no me gustan mucho estas cosas —dije, pero no agregué que, por algún motivo, no podía evitar seguirle la corriente siempre que me arrastraba a esos juegos absurdos. Quizás estaba demasiado aburrido—. Pero bueno, por esta vez es para darle celos al boludo de Juan. Se debe estar retorciendo del veneno.
Nadia me dio un beso en la nariz, y luego otro entre el mentón y el labio inferior. Sentí la humedad de sus labios impregnarse en mi piel.
— ¿Qué hacés? —pregunté.
— Él va a pensar que son besos en la boca —explicó mi madrastra.
Era cierto. Ella le daba la espalda —y el culo— a la cámara. Y desde el ángulo en el que él nos estaría viendo, y considerando que parecía ser una persona sumamente básica, el hombre ...
... de seguridad no dudaría en dar por sentado que nos estábamos comiendo la boca.
— Voy a hacer de cuenta que sos mi pequeño hijo, y te voy a comer a besos como una madre cariñosa. Dejemos que él que crea lo que quiera creer —dijo.
— No digas boludeces —contesté, ya que eso de fingir ser una madre me pareció totalmente fuera de lugar.
Pero no tuve tiempo de seguir quejándome, porque sus labios impactaron de nuevo conmigo, esta vez un poquito más arriba, apenas esquivando el labio. Su nariz se frotaba con la mía. Nuestras respiraciones parecían estar sincronizadas. El aliento de Nadia largaba un fresco aroma a menta, y cuando sus labios, por un instante, se separaban, veía su lengua movediza, que parecía querer salir.
— Bajá un poquito más las manos —dijo ella, en un susurro que me pareció un ronroneo—. Que parezca que me estás tocando —explicó después.
Era un pedido inusitado. Mis manos estaban en su cintura. Si las bajaba sólo un poco, como ella decía, no es que iba a parecer que la estaba tocando, sino que realmente lo estaría haciendo.
Sin embargo, imaginé que a ella no le molestaría. Por algo me lo pedía. Deslicé los dedos sobre el vestido, unos milímetros, muy lentamente. Con eso bastó para que, al tacto, pudiera comenzar a percibir la enorme curva que hacía su cuerpo cuando terminaba la cintura y comenzaba el prodigioso trasero. La tela era suave y fina, y la creciente rigidez que iba sintiendo en mis dedos, resultaba más agradable al tacto, incluso, que ...