Mi odiosa madrastra, capítulo 6
Fecha: 21/09/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... sospechar que, en realidad, yo no tenía idea de lo que pasaba por la cabeza de esa mujer. Había sido muy arrogante de mi parte asumir que había adivinado tan fácilmente su estrategia, y estaba a punto de darme cuenta de ello.
De repente se corrió el cubrebocas hacia abajo y se me acercó. Si no hubiera tenido la experiencia del día anterior, en la que casi me convenzo de que mi madrastra me daría un beso en la boca, para luego desengañarme, en esta ocasión hubiera imaginado lo mismo. Pero de todas formas me asombré cuando se arrimó a mí. Torció un poco su cabeza hacia la izquierda, y me mostró su cuello, como si quisiera que se lo mordiera.
— ¿Te gusta mi perfume? —preguntó, con una sonrisa pícara en su boca de labios gruesos.
— Qué se yo —respondí.
No podía alejarme de ella, pues me encontraba en el rincón del ascensor. No había lugar a donde pudiera huir. Había dejado las bolsas en el suelo, pues el viaje en el lento ascensor podía parecer largo. Ella me imitó, soltando la bolsa que cargaba, y eso que casi no pesaba nada.
— Agarrame de la cintura y oleme el cuello —insistió.
Con sus ojos, señaló hacia arriba. Ahí me di cuenta de por dónde iba la cosa. En una de las esquinas superiores se encontraba la cámara de seguridad. No me cabían dudas de que Juan estaría viéndonos desde el monitor que tenía en su escritorio. Nadia se arrimó más a mí, haciéndome sentir sus suaves tetas naturales en mi torso.
No me divertía nada la idea. Me había costado mucho ...
... controlar mi erección cuando le había sacado fotos, totalmente desnuda, encima de su cama. Ahora que frotaba sus senos y su ombligo en mí, sería mucho más difícil lograrlo. Si me hubiera dicho que iba a hacer eso, antes de salir de casa, me hubiera negado rotundamente. Sin embargo, estando ya metido en su venganza, no me negué a participar en ella. Era como cuando, en una fiesta, alguien te insistía en sacarte a bailar, a pesar de que no tenías ganas de hacerlo. Negarse resultaba tan incómodo como hacerlo.
— Traje para cocinar canelones de jamón y queso —dijo ella, para terminar de convencerme, sin saber que ya no hacía falta. Conocía muy bien mi punto débil la zorra.
— No me vas a convencer siempre con la comida. Además, de todas formas vas a cocinar —contesté yo. No obstante, me quité mi cubrebocas y lo guardé en el bolsillo, luego la agarré de la delgada cintura—. Me gusta la salsa con mucha cebolla —especifiqué.
— Claro.
Mi respiración en su cuello le generó cosquillas. Se abrazó a mí. Mis manos estaban muy, muy cerquita de su codiciado orto. El perfume era realmente rico, aunque se había puesto mucho, para que la olieran no solo teniéndola de tan cerquita, como la tenía yo ahora, sino que cualquiera que se cruzara a unos metros suyo podría percibirlo, incluyéndolo a Juan, por supuesto. Pero yo no me limité a oler el dulce aroma. Apoyé mi nariz sobre su cuello, e hice un movimiento, a todo lo largo de este, casi llegando a su rostro, para luego bajar lentamente ...