1. Sin mirar (relato de mi primera experiencia lésbica)


    Fecha: 26/09/2024, Categorías: Lesbianas Autor: FatimaMedina, Fuente: CuentoRelatos

    Hace algunos años tuve una vecina que era prostituta. Y además era ciega. Sí, una combinación rara. Pero, curiosamente, para ella y para sus clientes la combinación funcionaba muy bien.
    
    Nos hicimos amigas y ella me contó todo sobre su vida y sobre su trabajo. Y me contó por qué el hecho de no poder ver le resultaba favorable para ser una mejor prostituta.
    
    Me explicó que cuando una persona no tiene alguno de sus sentidos, los demás se intensifican. Al ser ciega, Antonella tiene más sensibilidad en el tacto, el gusto, el olfato y el oído. Y aprovecha muy bien ese exceso de sensibilidad para darles un mejor servicio a sus clientes.
    
    Una tarde estaba de visita en el departamento de Anto. Hacía poquito que nos conocíamos. Como yo tenía mucha curiosidad sobre lo que hacía y sobre su ceguera, la estaba matando a preguntas. Pero por suerte a ella no le importaba. Supongo que no tenía muchas oportunidades de contarle sobre su vida a una amiga.
    
    El departamento de Anto estaba enfrentado al mío, los dos con balcones que daban al pulmón de manzana. Prácticamente podíamos charlar de balcón a balcón.
    
    El mismo día que me mudé empecé a escuchar sus gritos y gemidos exagerados cuando estaba con sus clientes. No me aguanté la curiosidad y empecé a espiarla. Muy mal lo mío…
    
    Pero así descubrí sobre su profesión y su discapacidad (mejor dicho, sus capacidades diferentes). Y, como tengo una curiosidad enfermiza, quise experimentar. Y empecé a vendarme los ojos cada vez que me ...
    ... masturbaba o hacía el amor. No sé si habrá sido sugestión, pero me pareció que por lo menos el tacto se me había sensibilizado bastante.
    
    Esa tarde que estaba en lo de Anto se me dio por contarle sobre mis experimentos de vendarme los ojos durante el sexo. Le conté que realmente notaba que, cuando me tapaba los ojos, mis otros sentidos se hacían más sensibles. Entonces a ella le picó la curiosidad, y me dijo que me podía dar un entrenamiento rápido para intensificar mi sensibilidad todavía más. Obviamente no tuvo que insistir.
    
    Me prestó una pañoleta y me vendé los ojos. En la primera parte de ese entrenamiento me dijo que me iba a enseñar a ver con el tacto y con el oído.
    
    La primera consigna fue tocarle la cara para ver si era capaz de detectar si estaba alegre o triste, palpando su boca y sus mejillas. Después me hizo acercar mi oído a su cara para ver si podía darme cuenta si estaba respirando por la boca o por la nariz.
    
    Esas fueron las pruebas fáciles. Después vinieron las difíciles. Yo tenía que dejar mi mano floja y Anto me iba a hacer tocar distintas cosas. Y yo tenía que adivinar qué era lo que tocaba, pero tenía que descubrirlo al primer contacto. No valía manosear.
    
    Así me hizo tocar su pelo, su oreja, su lengua, su ombligo. Venía adivinando todo bien, hasta que me hizo tocar algo blando y un poco rugoso que no supe qué era. Después me dijo “ahora vas a volver a tocar lo mismo, pero lo vas a notar un poco cambiado. A ver si te das cuenta de qué es”. Cuando lo ...
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