1. Sin mirar (relato de mi primera experiencia lésbica)


    Fecha: 26/09/2024, Categorías: Lesbianas Autor: FatimaMedina, Fuente: CuentoRelatos

    ... deforme”.
    
    “Acostate y relajate”, me dijo.
    
    Me agarró de un muslo para que abriera mis piernas, cosa que hice dócilmente. Tanteó hasta encontrar mi entrepierna y fue deslizando el consolador con suavidad entre mis labios. Dejé escapar un gemido ahogado.
    
    La forma inusual de ese consolador fue tocando lugares de mi interior a los que un pene normal no podría llegar. Antonella lo movía en círculos mientras me besaba la boca y acariciaba mis pechos. La abracé con todas mis fuerzas y empecé a estremecerme, a la vez que movía mi pelvis para acompañar al movimiento del juguete. Mis gemidos se fueron transformando en gritos.
    
    De pronto ella se quedó quieta. Mantuvo el consolador apretado en mi interior, pero sin moverlo. Sabía que yo estaba al borde del clímax, y quería que fuera mi cuerpo el que fabricara el orgasmo, que lo hiciera sin ayuda, para que fuera más lento y duradero. Me gustó la idea, así que yo también me quedé quieta, con los ojos cerrados, sin mover un músculo, pero respirando por la boca agitadamente, con mis manos aferradas a sus hombros y mi atención puesta en los rincones de mi vagina que estaban siendo estimulados por el juguete. Desde allí se empezó a gestar un temblor que rápidamente se esparció por todo mi cuerpo, llegando a cada rincón, a cada órgano, a cada célula de mi piel.
    
    Me sentí presa de un clímax que pareció quedarse suspendido en el aire durante un instante eterno. Mi boca empezó a abrirse y en ella se fue formando un gemido que arrancó ...
    ... como un susurro ronco, y de a poco fue cobrando volumen hasta culminar como un alarido. Abrí los ojos y noté la cara de excitación de Antonella, con su oído atento a mis reacciones.
    
    Hubiese querido relajarme para saborear la satisfacción de ese orgasmo, pero me incorporé para devolverle el favor a Antonella mientras estaba excitada.
    
    Le dije que era su turno de acostarse y relajarse. Entonces ella tanteó la caja de consoladores hasta encontrar su preferido, el más grande de todos.
    
    Antes de introducírselo, quise volverme ciega otra vez, así que busqué la pañoleta y me vendé los ojos. Al tanteo, busqué su entrepierna y fui calzando ese enorme consolador entre sus labios, con la mayor suavidad. Siguiendo sus enseñanzas, puse toda mi atención en sus suspiros y gemidos.
    
    Moví el consolador con muchísima lentitud. Los ruidos que hacía Antonella me estaban excitando otra vez. Casi sin proponérmelo, con la mano libre comencé a acariciar mis pechos, sin dejar de mover el juguete en el interior de mi amiga.
    
    Sus gemidos eran como los que hacía cuando estaba con sus clientes preferidos. Significaba que realmente lo estaba disfrutando. Y eso me excitó más todavía.
    
    Estuve tentada de quitarme la venda de los ojos y mirarla, pero me aguanté. Me acosté sobre ella, sin dejar de empujar el consolador en su interior, hasta que soltó un grito de goce intenso. La besé con la boca abierta, y el grito resonó en mi interior. Nuestras lenguas lucharon enloquecidas.
    
    Su cuerpo inició ...