1. Apuestas arriesgadas


    Fecha: 29/09/2024, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... mi padre no se ha comido a nadie-bromeó, guiñándome el ojo.
    
    -No tiene gracia, Cristina-repliqué, ganándome una mirada enfadada de sus ojos zafiros, a sabiendas de que no le gustaba nada que la llamasen por su nombre completo.
    
    -Lo mismo le digo a mi padre que practique un poco de tiro con tu culo-me amenazó, burlona, pero depositó un suave beso en mis labios para calmar mis reticencias.
    
    -Anda, nos vemos esta tarde en la cafetería, ¿vale? -me recordó, abrochándose el sujetador como cierre de despedida de nuestro breve pero fogoso reencuentro. Asentí con la cabeza y me dispuse a salir del cuarto de sus padres, que había elegido ella por el carácter mullido del colchón y el espacio que ofrecía.
    
    -Adiós, guapa-me despedí de ella, lanzándole un beso fugaz, a lo que ella respondió con su característica sonrisa cristalina y radiante.
    
    De esa forma, fui bajando por los escalones, alegre y agradecido de que no me hubieran mandado a volar por los aires desde el balcón o que hubieran practicado tiro al plato conmigo.
    
    Sin embargo, cuanto más me alejaba de la presencia de Cris y más me acercaba al silencio sepulcral que reinaba en la planta baja, más creía en mi interior la sensación de meterme en una trampa mortal.
    
    -Bueno, ¿ya te vas? -me espetó la voz de mi suegro demasiado cerca, y casi tropiezo con mis propios pies al volverme hacia él.
    
    -Chico, parece que hubieras visto un fantasma-bromeó en voz baja, apagando la luz del sótano y observándome atentamente con sus ...
    ... ojos grises, fríos y marciales.
    
    Para tener cincuenta y tantos años largos, mi suegro Emilio no se encontraba lastrado por el tiempo, sino todo lo contrario. Mantenía un físico recio, hombros anchos, brazos fibrosos y unas piernas sometidas a la tralla de ocho kilómetros diarios corriendo. Su expresión era cuadrada, nariz afilada y un mentón pronunciado completaban el perfil que se esperaba de un hombre que había pasado cerca de treinta años en el ejército.
    
    -No, no se preocupe, ya me iba-le respondí nerviosamente, como si mis veinticuatro años se esfumasen y en su lugar hubiera quedado un crío de seis años atemorizado de sufrir una regañina.
    
    -A propósito, ¿cómo te llamabas?, ¿Raúl era? - preguntó Emilio, entrecerrando los ojos.
    
    -No, Raúl era su ex, yo soy Carlos-le corregí-señor.
    
    - ¡Me gustas, Carlos!, ven, te invito a tomar una cerveza, anda-exclamó alegre Emilio, dándome una fuerte palmada en la espalda que casi me estampa contra la pared. Antes de que pudiera reaccionar, ya me encontraba sentado en un taburete, con una lata fría de cerveza en la mano.
    
    -Bueno, Carlos, ¿y a qué te dedicas? -me preguntó Emilio, apoyándose en el mármol de la cocina y cruzándose de brazos, mirándome atentamente, como si me estuviera sometiendo a un escrutinio.
    
    -Trabajo en un pequeño taller, soy mecánico, ya sabe, arreglo motos, coches, ciclomotores-le decía, luchando contra la sensación de garganta seca que me asaltaba. Bendita cerveza, había hecho bien en darme una. Y Cris ...
«1234...9»