El bosque de limoneros
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos
... que me ha pasado en mi vida. He intentado repetirlo varias veces, lo he hecho con unas bolas chinas dentro de mi, lo he hecho habiendo mucha más gente en la calle, lo he hecho con una falda tan corta que casi me avergonzaba, pero nada.
Quizás para sentir la euforia que acabó invadiéndome al acabar de recorrer aquellos seiscientos metros hay que partir de muy abajo y aquel tórrido fin de semana mi vida estaba muy bajo cero. Recién cumplidos los cuarenta y dos, recién divorciada, sola, sin mi hijo, ya mayor de edad y empezando a hacer su propia vida y pasando unos días con su padre. Sin nada que hacer hasta el martes. Sin nada que ver en la tele, sin playa, sin piscina, sin coche, perdida en medio de la meseta.
Aquella acera ardiendo, aquel coño tan sedoso, tan pegadito a mi ojete que es mi capricho últimamente.
El silencio era absoluto.
Caminaba por el lado de la calle que estaba a la sombra y aun así el aire era irrespirable, mi vestido olía a suavizante, del que siempre abuso, y pensé que podría haber salido con él mojado de casa porque se habría secado ya.
No soy una mujer bipolar, nunca he tenido cambios de humor tan repentinos, pero lo cierto es que salí de casa al borde del llanto y sin saber muy bien ni para qué. Quizás porque necesitaba echarla de menos, irme para luego volver. Adoro mi casa, es como si fuese mi amante, apenas llevaba unos cinco días sola y todavía no me había paseado desnuda por ella, y eso que el calor invitaba a hacerlo. No, no quería ...
... caer en la rutina, no quería que mi casa se acostumbrase a mi cuerpo, si tomaba el sol desnuda seguía haciéndolo en el bosque de limoneros como toda mi vida, entre unas esterillas de caña para no incomodar a mi hijo, pero también para que ella no me viese.
Estaba decidido, soy una exagerada, hay gente que lo pasa realmente mal y se reiría de mis cuitas. Tengo salud, estoy en la mejor edad de cualquier mujer, tras dos meses de verano mi piel tiene ese tono de bronceado en que mi culo, que compite en tamaño con mis pechos, parece la parte del flan llena de caramelo y no me canso de admirar mi pubis que ya se ha tostado e igualado en color con el resto de mi piel.
¿Qué más podía pedir? Iba a comprar una botella de cava y algo para cenar y me entregaría al sexo, a mi coño ya se le hacía la boca agua. Tenía que beber mucho, necesitaba tener muchas ganas de mear.
Mi casa es bastante grande, dos plantas más una bodega bajo tierra, es una casa antigua pero muy bien conservada, una casa encalada en blanco con contraventanas azules, casi siempre cerradas en verano. Quería bajar a la bodega, que tiene el suelo de cemento, y mearme con mis muslos cerrados, bien apretados, empapar mis piernas y mis pies y que mi orina penetre en ella y mi esencia se quede allí para siempre.
¿De qué me podía quejar? si tras mi casa y rodeada de un muro exageradamente alto tenía mi bosque de los limoneros, un jardín de unos diez por veinte metros lleno de limoneros silvestres, un desastre desde ...