El bosque de limoneros
Fecha: 04/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Lima, Fuente: CuentoRelatos
... el punto de vista botánico porque había tantos que unos no dejaban crecer a los otros, pero una maravilla para los sentidos, ese olor denso a azahar y limón que se metía en casa poseyéndola día y noche, sin descanso, en todos sus rincones. Muchos de los árboles son de una variedad que aguanta muy bien el frío invierno de la meseta, sus limones son muy alargados, pequeños, de formas caóticas, nada que ver con los de la frutería, algunos alargados como plátanos y su piel muy rugosa pero suave al mismo tiempo. Me encanta follar con ellos.
Por fin atravesé la plaza, un fogón con una fuente que hervía en medio, el termómetro de la farmacia marcaba cuarenta y dos. Mis chanclas comenzaban a amagar con quedarse pegadas al pavimento cuando entré en el pequeño supermercado del pueblo.
Por fin algo de oxígeno, dentro no habría menos de treinta grados, pero la primera sensación era como de entrar en una nevera. El chico del súper levantó la vista desde el fondo y bloqueó su teléfono rápidamente. Yo debía ser el primer ser humano que veía en toda la tarde. Allí no había nadie más. Me lanzó una sonrisa, como siempre que me veía, y me ofreció un granizado de café que yo no podía rechazar. Soy una persona muy agradecida y me entretuve un rato por los pasillos para que pudiese admirarme, luego se haría una paja pensando en mí. Abrí el frigorífico de los helados y me incliné lo suficiente para que el vestido se pegase bien a mi culo y él se entretuviese adivinando si llevaba tanga o iba ...
... sin nada debajo. Me gusta el olor de los frigoríficos del súper.
Compré cava, una botella de agua para beberme de vuelta a casa, unos langostinos para hacer a la plancha y pan. No necesitaba nada más. Pasé frente a un espejo en la sección de droguería y aproveché para soltarme el pelo. Me quité la cinta que lo recogía en una especie de coleta y cayó sobre mis hombros. Me levanté el vestido lo suficiente para secarme el sudor de la cara, me ayudo la abertura que tenía hasta la mitad del muslo en su lado derecho. Los dos disfrutamos de mis rodillas y mis muslos, cada vez tenía más ganas de masturbarme, el color naranja del vestido debería estar prohibido, encendía algo en mí que no sabría explicar. ¿Me ocurre a mi sola? Me tranquilizaría saber que no soy la única. Al fin y al cabo, estos vicios míos por los colores, los olores, los objetos, fueron la causa principal de mi divorcio.
Para mí un polvo de diez minutos rematado con una mamada es la antítesis del placer. No es que no me apetezca de vez en cuando pero no dos días entre semana y los sábados después del fútbol. Para empezar, yo necesito horas, tiempo y más tiempo, necesito inflar e inflar el globo hasta que llene toda la habitación hasta que me aplaste contra una pared y estalle, reviente todo y me deje rendida, exhausta. No puedo tener sexo de día a no ser que pueda dormirme al acabar.
Mi marido se moría de celos, celos de mi casa, celos de mi amor lésbico por ella. Tenía pánico a quedarse solo conmigo, sin el ...