Bendita juventud del hijo de mi jefa
Fecha: 09/10/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DAMECANDELA, Fuente: CuentoRelatos
... era el mismo que a los 20, pero realmente no me acomplejaba. Tenía unos pechos medianos, bastante firmes y con unos pezones rosados redondos. Mis caderas eran prominentes y mis piernas carnosas, y a pesar de tener algunos rollitos, tenía una cintura marcada. Mi pelo era castaño y por lo general lo llevaba en una media cola, de la que sobresalían unos pequeños mechones que enmarcaban mi rostro y usualmente ubicaba detras de mis orejas.
Pasando mis piernas alrededor suyo, me senté sobre él, quedando de frente. Nos miramos durante un instante y nuestras lenguas volvieron a encontrarse desesperadas. El calor empezó a subir entre nosotros, mientras tratábamos de realizar el menor ruido posible.
- Tu mamá no se va a dar cuenta de que nos encerramos acá?
- Dijo que tenía una reunión virtual y pidió que no la molestáramos por un rato.
Su respuesta me relajó un poco y comencé a moverme encima suyo. Quería sentirlo endurecerse entre mis piernas al mismo tiempo que yo misma me humedecía.
Abel me besaba con ansiedad y por momentos tiraba de mi cabello a la altura de mi nuca. Su urgencia me calentaba como hacía mucho no me calentaba.
El sexo con mi marido todavía era bueno, pero sinceramente era menos frecuente de lo que me hubiera gustado, Además, el sexo con la misma persona durante 20 años le saca cierta emoción. Y con Abel, todo lo que había era emoción.
Aquel día yo vestía una pollera de tiro alto que me llegaba por encima de las rodillas y una musculosa ...
... ajustada con tiritas. Mis pezones empezaron a erizarse a pesar del calor de diciembre en Argentina, y comenzaron a traslucirse por mi remera. Abel bajó las tiras y desabrochó mi corpiño, tirandolo al piso y liberando mis tetas. Las miraba como si fueran lo más bello que había visto, mientras las acariciaba suavemente primero, y luego empezaba a apretarlas cada vez más. Comenzó a chuparlas. Sus ojos iban de mis pechos a mis ojos y luego volvían a mis pechos. Una de sus manos empezaba a colarse por debajo de mi falda, buscando mi culo.
Le quité su remera, y acaricié su torso, sus hombros, sus brazos, mientras él seguía hundido en mi delantera. Lo separé y me quité la remera que estaba baja en mi cintura. Me quité también la falda y las sandalias, quedando frente a él unicamente con una tanga roja de encaje, que había elegido especialmente porque, ante todo, tenía fe. Aproveché y le quité su bermuda y su bóxer, dejandolo completamente desnudo delante de mí, absolutamente expuesto ante la luz fría del baño. No parecía incomodarlo en absoluto. Eso me hizo sentir estupida. Cómo iba a incomodarse su privilegiada juventud ante esta señora ya entrada en años?
Sentado allí con su erección frente a mí, me miró expectante. Yo le acaricié la cara y me arrodillé en el piso congelado frente a él. Con la sensualidad que yo sabía que aún no había perdido, lo miré mientras masturbaba su pene lentamente. Saqué mi lengua muy despacio y luego la pasé por su glande. Lo hice bien despacio, como ...