1. Esquivo amor


    Fecha: 28/10/2024, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    La veía pasar cada día. Siempre caminaba ligera, como si alguien o algo la estuviese esperando. Iba muy tapada; quiero decir, iba vestida casi sin enseñar partes de su cuerpo, más allá de las manos y la cara, que incluso ocultaba en parte debido a que llevaba mascarilla: un pañuelo sobre su cabello, jersey negro de manga larga, falda larga plisada se color morado; calzaba manoletinas. De su físico yo podía adivinar, quizá, unas tetas pequeñas y redonditas y un coño grande y acogedor: esto último, aunque de difícil percepción, era evidente cuando su falda a cada paso se le ajustaba a los muslos: intuición masculina. Lo poco que podía ver de su cara era unas cejas bien depiladas, unos ojos almendrados de color negro y una nariz recta. Yo sólo pensaba en abordarla, pero era una tarea difícil que además seguramente despertaría recelos en ella, y lo que yo menos quería era espantarla, que nunca más pasará por la acera, frente a mi portal. La ocasión no llegaría por sí sola, o sí, quién podría saberlo, que en esto del amor concurren a menudo circunstancias imprevistas. Como la que propició que al fin pudiese hablar con ella: el diluvio y consiguiente inundación acaecidos en mi ciudad.
    
    Era una mañana grisácea. Durante toda la noche y primeras horas de la mañana había estado cayendo una lluvia persistente, a ratos torrencial, sobre la ciudad. Cuando salí de mi portal, a la hora que acostumbro, la calle presentaba un aspecto lamentable, con multitud de charcos considerablemente ...
    ... grandes, barro y restos vegetales, como troncos o ramas, esparcidos por doquier. La vi, por supuesto, e iba esquivando obstáculos con bastante dificultad; tras dar un salto para evitar un charco, cayó al suelo. Yo me precipité en su ayuda. "¿Estás bien, te has hecho daño?", le dije; "No nada, estoy bien, gracias", dijo ella mientras intentaba levantarse. Le alargué una mano, que ella tomó, y se irguió junto a mí. Mi corazón se desbocó y sus latidos me impulsaron a decir lo que dije: "Me gustas, dame tu teléfono". Ella, tras sonrojarse, contraatacó: "Intentas ligar conmigo..., soy una mujer comprometida"; "Bueno, dije lo que dije, pero ello no significa que haya algo más que una simple petición"; "Ya, vale, debo seguir caminando, tengo que hacer, ya te veré mañana, me caes bien".
    
    Yo tenía la idea de que ella también me había estado vigilando durante días, cuando pasaba frente a mi casa. Era una vaga impresión, no sé, una sospecha quizá de que yo le había parecido interesante físicamente. Respecto a lo de su compromiso, albergaba mis dudas. Un día soleado la acompañé un largo tramo por la acera. Supe que por ese camino volvía a casa. Supe que se llamaba Antonia, aunque su gente cercana la llamase Toni; supe también que tenía treinta y dos años y que el compromiso que la ataba a un hombre no era una cosa muy declarada que digamos. "Yo supongo que él me querrá y yo también le querré", me explicó; "Pero ¿quién es ese ser misterioso?", inquirí; "Puede que aún no esté muy decidido"; ...
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