Entregada al jefe de mi marido
Fecha: 29/10/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
—Cariño, si me pongo ese vestido, voy a tener toda la noche al pesado de Don Ramón, detrás de mí como a un moscón, —protesté riéndome.
—Pero si a ti te encanta que los hombres te miren, —respondió mi marido.
—Te aseguro que no en el caso de tu jefe. Se pone demasiado pesado.
—¡Déjalo que disfrute! Mujer, —dijo mi marido sonriendo—. Así se le dulcificará un poco el carácter, que cada vez que cumple años, no hay quien lo aguante.
—Ya… sin embargo, es luego a mí a la que me toca aguantar sus comentarios. Además, ya sabes que el viejo tiene las manos muy ligeras, —le recordé.
—No creo que hoy intente manosearte, recuerda que también estarán su mujer y sus hijas. Tendrá que contenerse, —indicó mi marido divertido.
—Enrique, te recuerdo que me tocó el culo hasta el día de nuestra boda.
Mi marido empezó a reírse al recordarlo. Habían pasado ya casi cinco años desde ese día. Recuerdo, que estábamos tomando el coctel de bienvenida, en los jardines donde celebrábamos el banquete de nuestro enlace. Nuestras familias y amigos nos daban la enhorabuena. Don Ramón, me dio dos besos acercándose al igual que hacía siempre todo lo que podía a la comisura de mis labios.
—Sin duda Enrique es un hombre afortunado, —dijo adulándome.
Luego, comenzó a darme un discurso de lo que mi reciente marido significaba para él, y para su empresa.
—Enrique es mucho más que un empleado para mí, él me ayudó a levantar la empresa en los momentos iniciales. Estoy seguro de que, sin ...
... él, no hubiéramos llegado tan lejos.
Dos horas después, acabada ya la cena, regresamos a los jardines. Allí habíamos montado una especie de barra libre con pista de baile, que duraría hasta altas horas de la madrugada. Esa noche me tocó bailar con muchos hombres, entre ellos, el jefe de mi marido.
Recuerdo ese momento, yo bailaba agarrada a Don Ramón. La verdad es que el viejo sabía moverse, me llevaba de forma enérgica y segura por la pista de baile, pero su mano, puesta hasta ese momento sobre mi cintura, poco a poco fue descendiendo por mi cadera. No le di importancia, no obstante, siguió bajando hasta comenzar a rozar con la punta de sus dedos, unos de mis glúteos.
Yo estaba nerviosa, notaba como poco a poco, a medida que seguíamos bailando, como su mano iba atravesando esa fina frontera entre lo atrevido y lo descarado. Tampoco me atreví a hacer nada, simplemente me mantenía a la espera de que terminara la canción. Sabía que esa sería, mi mejor vía de escape.
Notar la palma de su mano totalmente sobre una de mis nalgas, me tenía inquieta. No porque a esas alturas de mi vida, le diera demasiada importancia a que un hombre me tocara el culo, más bien era por si algún invitado se daba cuenta.
Por mi forma de ser, mi físico y seguramente por mi atrevida y sugerente forma de vestir, siempre he sido una mujer muy dada, a que se levante cuentos sobre mí. Alguna de las veces, incluso infundados. Por eso que Don Ramón bailara de ese modo, agarrándome por el culo ...