Hoguera de banalidades
Fecha: 31/10/2024,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: Dr Arroyo, Fuente: CuentoRelatos
... pusiste de pie, el taburete del piano estaba mojado por lo que manó de tu vulva y mi saliva que cubría tus nalgas y tu culo. Desafiante, te subiste los pantalones y caminaste con paso firme a las escaleras que conducían a los dormitorios y yo, que acababa de conocer tu piel desnuda, estaba extasiado de ver la natural sensualidad y belleza con la que te veías vestida y me preguntaba si no habría forma de coger con la ropa puesta. Al inicio de las escaleras me volteaste a ver. Elevaste ligeramente el rostro en un gesto que mezclaba desdén, ira y lujuria. Era arrojarme un guante en la cara. Subiste grácil, veloz, como si no pesaras nada. Te seguí. Pasara lo que pasara, te iba a seguir a donde fuera. Apenas alcancé a ver la habitación a la que entraste.
Me esperabas quitándote la camiseta con estudiada voluptuosidad. Luego te despojaste de los jeans y la pantaleta con idéntica lubricidad. Te replicaba cada movimiento como en espejo. Jamás dejabas de mirarme a los ojos, jamás sonreíste, jamás cambió la actitud de deseo hostil. Desnuda, arrancaste el cobertor de la cama de un enérgico manotazo y subiste a ella, quedando de rodillas sobre el colchón pero con la actitud desafiante que no variabas. Me subí a la cama reflejando cada uno de tus movimientos. Parecíamos luchadores a la espera del primero movimiento del otro. Perdí. Me lancé a besarte y abrazarte. Es lo que estabas esperando. Con una fuerza inaudita me derribaste sobre la cama y adoptaste la posición del 69.
Aquello ...
... fue como la película: la agonía y el éxtasis. Tenía para mí tu vulva y tu culo, tus nalgas de ensueño, tu pubis rizado, tus labios hinchados, recorría tus piernas con mis manos y más de una vez tuve que luchar con viva fuerza contra tus muslos para evitar que me sofocaras. Masturbabas mi verga con extrema dureza, la mamabas con desesperación. Me soltabas nalgadas durísimas y manotazos violentos a los muslos, me arañabas las piernas. Te replicaba mordiendo tus muslos blanquísimos y dándote nalgadas que dejaron rojas las que hacía poco había visto tan blancas. El flujo cristalino que manaba abundantemente de ti era espeso, sabroso, de fuerte olor. Pocas veces había visto eso. Devoré entre el dolor y placer tu vulva rosada, hinchada, empapada. Querías ocultar tus gemidos gruñendo, pero más de una vez mis caricias orales sobrepasaban tu capacidad de ocultar tus reacciones. Metí un dedo en tu culo y tú, en reacción, metiste dos en el mío sin importarte si me dolía o no.
Quise hacerte rodar para ponerte en cuatro y meterte la verga. Dijiste que estaba pendejo si creía que yo decidiría cómo íbamos a coger. En reacción me mantuviste firme contra la cama y me montaste violentamente. A pesar de estar tan lubricada y los dos empapados de sudor, entrar fue algo doloroso. Estabas muy estrecha y sabías usar tus músculos vaginales para apretar. Pero de inmediato empezaste a cabalgar enérgicamente, furiosamente, desesperadamente. Tuve la certeza de que conmigo te estabas cobrando viejas ...