Siracusa
Fecha: 05/11/2024,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos
Había sido un largo e intenso día. Insomnio, avión, reencuentro, besos, drogas, sexo, alcohol y amistad. ¿Qué otro hubiera podido esperar de un fin de semana con el barbudo?
Vamos por partes. Al cuarto de hora después de encontrarlo en su hotel, ya estábamos tirando, morbosos y sonrientes. Todo lo que había pasado en nuestras respectivas vidas durante este año no nos había quitado ni un gramo de la arrechura que compartíamos.
Me preocupaba el rubio que le acompañaba para el viaje, aunque tenía la esperanza de que saltara la chispa entre los tres. El barbudo, que no hubiera traído a una persona cualquiera, me comentó que le había contado todo y suponía que no le molestaría entrar en nuestra fiesta.
Apenas calmados y tranquilos en la pequeña cama, todavía sudados por el reencuentro, el rubio tocó a la puerta. Alto, mirada adormecida, lentes negras, gran sonrisa, rizos dorados y desordenados.
Este sí o sí.
A algunos les podrá costar entender que unos segundos bastan para tener la certeza de lo que va a ocurrir con una persona. Pero les puedo jurar que cuando una conexión tiene que establecerse, se hace al toque y sin palabras. Así pasó con el rubio, pero empezamos con el juego del diálogo cortés circunstancial, cumpliendo con el primer paso normal entre dos personas que no se conocen. Mientras me explicaba a qué se dedicaba en el balcón del hotel, yo tenía imágenes obscenas de cómo íbamos a cachar los tres juntos.
Nos fuimos al departamento que habían ...
... reservado para los dos días siguientes. Abandonamos las maletas y las mochilas en la sala para salir un rato a comer y pasear, bromeando sobre el hecho de que ésta iba probablemente a ser nuestra única salida de visita turística del fin de semana que empezaba. Ya se notaba en el ambiente que algo iba a pasar entre los tres y me dejaba en un estado de excitación constante, al acecho.
Iglesias, ruinas, vida, mercado, gritos, cláxones, quesos, sudor, telas africanas, pescados, basura, maravillas de arquitecturas, perros, ropa secando en balcones sucios, 32°, fritura, cerveza, cigarros, calles pavimentadas y pulpo.
Regresamos al departamento para echar una siesta antes de seguir con la maratón de drogas y alcohol que los chicos habían empezado. El barbudo me alcanzó inmediatamente en mi cama, abrazándome y regalándome besos en el cuello con un “Quietitos, quietitos, hay que dormir un ratito”. Pero noté su erección contra mis nalgas que decía todo lo contrario.
Lo besé, qué ricos eran sus labios. No sólo eran suaves y se entreabrían para dejar su lengua acariciar la mía, sino que eran una invitación a hundirse deliciosamente en esta boca. Se rio, cuando le dije: “Así va a ser imposible dormir, mejor nos calmemos rápidamente y ya después descansamos”. Me subí encima de él, nos seguimos besando y nos quitamos lo poco de ropa que nos quedaba. Bajé lentamente, pasando mis labios y mi lengua por su pecho, su barriga, me había olvidado la textura delicada de su piel. Contrastaba con su ...