1. Siracusa


    Fecha: 05/11/2024, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos

    ... mirada rabiosa y la dureza de su verga, que empecé a lamer. Paseé mi lengua de las bolas a la punta durante unos largos minutos y dejó escapar un gemido cuando la hice entrar lentamente en mi boca. “Te la comes todita”, observó, entre dos suspiros mientras me agarraba las tetas con fuerza.
    
    Empecé a masturbarme suavemente, disfrutando de mis dedos que deslizaban en mi clítoris húmedo. No demoré mucho en llegar al orgasmo, sofocando, la barbilla y las mejillas llenas de saliva. Hasta ahora, no encontré cosa más rica que venirme con una verga en la boca. Quizás teniendo otra en la concha mientras tanto. No bajó mi excitación para nada, acostumbrada a venirme varias veces, y le pedí que me la metiera un ratito, “Para darme otro, por favor”. Sentí otra ola deliciosa al recibirlo dentro de mí, le sonreí y nos besamos de nuevo. Me encantaba sentir sus manos que me apretaban el culo. No escuchaba bien lo que me decía, pero ya, “Mamacita”. Unas idas y vueltas profundas bastaron para que me viniera de nuevo. Santa dedicación al orgasmo tuve siempre.
    
    Me tomé unos segundos de descanso bajo su mirada que oscilaba entre satisfacción y lujuria. Retomé su sexo en mi boca, probando mi propio sabor, limón suave y tibio. Le invité a correrse contra mis labios y mi lengua. Bajé un poquito más para lamerle las bolas con insistencia y lengua firme. El efecto fue inmediato, sentí su mano agarrarme el cabello mientras la otra aceleraba las idas y venidas en su verga llena de saliva. Estábamos ...
    ... llegando al mejor momento de la partida, el que más me satisface. Abandoné sus bolas justo para sentir cómo brotaba el esperma en mi boca y se derramaba en mi lengua.
    
    Cuánto te amo, mierda…
    
    Me levanté para volver a besarlo, sabía que le gustaba probar su propio sabor en mi boca. La calma se instaló, propicia para dejarse llevar tranquilamente por el sueño. Conversamos un rato y, mientras le acariciaba la barriga, me preguntó qué me gustaba de él o, más bien, por qué cachaba y me arrechaba con él, “Gordo, calvo y morboso”, según sus dichos. Demoré unos segundos antes de contestarle, repentinamente tímida.
    
    Pucha, nunca lo vas a entender.
    
    Traté de dormir un poco mientras me abrazaba, pero mi cerebro no me dejaba en paz, quería disfrutar cada segundo de este fin de semana. Estaba ansiosa por vivirlo todo. Me di la vuelta y lo abracé yo, como lo suelo hacer con los que amo, con un cariño maternal, experimentando un profundo y encantador momento de paz. Envolvía su espalda con mi brazo, manteniéndolo con mi mano y con la otra sujetaba su cabeza, movía apenas los dedos, entre caricia y rascadita. Tenía su cara contra mi pecho y lo escuchaba hundirse en el sueño a medida que sus respiros ralentizaban.
    
    Dormité unos minutos, pero mi siesta se acortó al sentir las gotitas de sudor que se resbalaban en mi espalda. Hacía mucho calor en el departamento. A pesar de los esfuerzos constantes del ventilador, este abrazo de siesta desnudos había vuelto a despertar nuestro talento ...
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