Siracusa
Fecha: 05/11/2024,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos
... rubio, la lengua del barbudo, sus vergas, el deseo, el sudor, mi goce impúdico e implacable.
Me sentía febril, habitada por una energía extraña pero suficiente vivir todo lo que me ofrecía este segundo día, ya quería estar contra sus cuerpos. El barbudo me había mandado un mensaje antes de dormir: “No te acompañé para que descanses bien, porque no pudiste dormir por mí antes. Estoy en el cuarto de abajo por si quieres venir”. Me emocionó la invitación y menos de un minuto después, le había alcanzado en la pequeña cama que ocupaba. Nos quedamos abrazados un momento, disfrutaba de sentirme acogida de nuevo por su barba suave y el olor de su piel.
Entre excusas y confesión, le dije que iba a ser un día en el cual yo buscaría contacto y que de antemano le pedía perdón por si le pareciera inapropiado.
Lo que me pasaba era más allá de lo que podía controlar, la energía que sentía era como un instinto de supervivencia que me obligada a estar en contacto físico con ellos. Tenía la misma sensación que cuando siento subir una tremenda cólera o cuando siento que me estoy enamorando: como si tuviera un árbol que creciera en la espalda, desplegando sus ramas hasta mis hombros. Era una sensación agradable por ser terriblemente frágil, a punto de desaparecer en cualquier instante. Cada caricia del barbudo era una nueva rama que crecía. Cuando se paró para ir a ducharse, el árbol y sus ramas desaparecieron, dejando una sombra que me atravesaba el cuerpo.
Mi horror al ...
... vacío...
Con más precauciones, me fui a despertar al rubio en la habitación vecina Me había puesto un polo y me eché púdicamente a su lado, regalándole besos suaves en las mejillas y en la frente. Estaba muy feliz de volver a rozar sus rizos y de encontrar de nuevo su sonrisa y su mirada adormecida. El árbol empezaba de nuevo a crecer. “Lo lamento, pero es altamente probable que sea muy cariñosa hoy, contigo y con el barbudo. Si te molesta, no dudes en mandarme a la mierda, sé que puedo ser pesada cuando necesito contacto”. Se rio y me dijo que no le molestaba el cariño, al contrario. Nos besamos sonriendo y tranquilizados, el día se anunciaba hermoso y, como le dije al presionar mi pierna sobre su bóxer, teníamos algo pendiente.
Luchando contra una resaca que no habían atenuado ni el café espeso preparado por el barbudo ni los dulces que había comprado para desayunar, tomamos un bus para ir a la playa más cerca. Después de una media hora de ruta, saltamos en el paradero huyendo del calor sofocante del bus lleno. El agua turquesa nos esperaba y, a pesar de la falta de espacio que había en una ridícula lengua de playa pública, conseguimos un sitio para instalar nuestras toallas. Compramos una sombrilla roja de calidad mediocre para evitar que el rubio y yo tomáramos un lindo color a cangrejo en menos de media hora bajo el sol siciliano.
El día pasó rápido, entre las cervezas de los vendedores ambulantes y las idas al agua para refrescarnos. Nos reímos mucho, fumamos y tomamos. Al ...