Siracusa
Fecha: 05/11/2024,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos
... final de la tarde, el barbudo se echó en su toalla para dormir un rato. Quería recuperar algo de energía para la noche. Yo estaba echada entre los dos, y me moría por estar abrazada por ambos. Acariciaba suavemente el cráneo del barbudo y con la otra mano buscaba la del rubio. Había rozado concienzudamente a los dos todo el día, con mucho pudor y discreción, pero sin miedo y disfrutando sencillamente de poder tocarlos. El barbudo nos dio la espalda con un gemido dormido y feliz, lo abracé un rato así y me di la vuelta hacia el rubio, dejando una de mis piernas enredada con las de barbudo. “Creo que te has quemado horrible a pesar de la sombrilla”, le dije al rubio, viendo su pecho enrojecido, y lo besé delicadamente con los labios entreabiertos. Nos acercamos un poco más para que se toquen nuestros cuerpos, nos seguíamos besando con ternura, tenía mi pecho contra el suyo. Me imaginaba que la gente que paseaba en la playa se preguntara qué mierda éramos los tres, empanizados de arena en medio de lo que seguramente parecía un cementerio de cervezas. Yo, echada a mitad sobre el pecho del rubio que me abrazaba, besándolo, mientras mi otro brazo abrazaba al barbudo y le acariciaba. Sentía su mano discretamente puesta sobre mi culo y mi pierna entre las suyas. Un nudo humano desordenado y exageradamente feliz, eso éramos.
No hace falta decir que, con el rubio, no conseguimos dormir ni un minuto. Al besarnos, habíamos vuelto a abrir la cajita de Pandora y las ganas recíprocas ...
... se pusieron rápidamente insoportables, cuando recordamos lo que quedaba pendiente entre nosotros. Felizmente, no se notaba con mi bañador negro, pero me estaba mojando a medida que su verga se endurecía contra mi barriga, sentía mi pulso cardiaco latir en mi clítoris. La situación me excitaba mucho, nos estábamos calentando mutuamente casi sin movimiento, tratando de mantener contundencia y discreción en esta playa frecuentada. Sólo se trataba de presiones en las zonas más sensibles, de respiros un poco más hondos, de una lengua que se ponía más atrevida y lamia la otra en un beso húmedo. El barbudo, que seguramente tiene un sexto sentido para percibir la arrechura a kilómetros de distancia, se había puesto boca arriba e hizo pasar mi mano en su entrepierna. Sentí su verga dura con delicia. Los tres estábamos de nuevo conectados y morbosos, probablemente con las mismas ideas. Tenía ganas de besarlos juntos, de escupir sobre sus vergas y masturbarlos, allí mismo, frente al mar.
Respiraba hondo, mi mano era inmóvil en la ingle del barbudo, rozando su verga a través de su short, la otra apretaba la mano del rubio. Quería que me cacharan por turnos, que me dejaran siempre con una pinga metida en la concha o en la boca, quería lamerlos de nuevo, mojarme sin vergüenza y que vieran como chorreaba por ellos hasta la mitad de mis muslos. Cerré los ojos, tenía la mejilla pegada a la del rubio, “No puedo más, tengo demasiadas ganas”, le dije, y suspiró un “Yo también” que sonaba como ...