1. Mi odiosa madrastra - Capítulo 2


    Fecha: 07/11/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... descubrirla.
    
    — Leonardo ¿Podés venir por favor? —gritó.
    
    No tenía ganas de levantarme. Además, la película todavía no había terminado. La pesada tuvo que gritarme dos veces más para obligarme a salir. Más vale que sea algo importante, me dije a mí mismo.
    
    — Te gusta llamar la atención ¿No? —dije, cuando la vi.
    
    Nadia estaba apoyada en el balaustre de hierro, mirando la ciudad achicada por la distancia.
    
    — ¿Por qué lo decís? —me preguntó.
    
    — Porque estás en pelotas, al aire libre —dije, directo.
    
    — No estoy desnuda. Además, desde acá no me ve nadie.
    
    Eso era cierto a medias. En ese momento no la veía nadie. Estábamos en un semi-piso, por lo que la terraza del único vecino que teníamos en ese piso, daba al lado opuesto. Por otra parte, vivíamos en el piso once, por lo que era muy alto para que la vieran desde la calle. Pero sin embargo, algunos de los que vivían en los edificios de la vereda de enfrente sí podrían llegar a verla. Pero no dije nada. Estaba claro que a ella no le importaba eso. O más bien, le hubiese encantado que la descubrieran, y convertirse así en la conversación de unos tipos que tenían por mujeres a cuarentonas con sobrepeso, o quizás de unos adolescentes que nunca habían cogido, y que solo en sueños estarían con alguien como ella.
    
    — ¿Qué querés? —pregunté.
    
    — ¿Me harías un favor? —dijo, haciendo un gesto tonto para fingir simpatía—. ¿Me ayudarías a ponerme el protector solar?
    
    — No me jodas —respondí.
    
    — No seas malo. Si lo ...
    ... hacés, te prometo que…
    
    — Que qué —dije yo, áspero.
    
    — Que la próxima vez limpio la casa yo —dijo ella, y como vio que no lograba convencerme, agregó—: Y hoy te cocino algo rico.
    
    La verdad era que yo no sabía cocinar más que unos huevos fritos y fideos hervidos. Papá siempre me malcrió en ese sentido, y en la casa de Érica, siempre cocinaba su madre, a quien le encantaba hacerlo. Me acordé también de que los deliverys no estaban permitidos, y de todas formas, era hora de empezar a ahorrar incluso en las comida. Entonces su propuesta no me pareció tan mala.
    
    — Bueno, pero que sea rápido —accedí.
    
    Nadia extendió la manta sobre la colchoneta que ya estaba acomodada, bajo los rayos del sol.
    
    — No entiendo por qué esa obsesión de algunos con su cuerpo —dije yo, mientras ella se ponía boca abajo, sobre la manta.
    
    — No es obsesión. Simplemente a algunos nos gusta vernos bien. Por supuesto que hay otras cosas más importantes, pero la primera impresión siempre es por los ojos —dijo. Yo no le respondí. No tenía ganas de ponerme a filosofar, mucho menos con ella—. ¿Sos de poco hablar, o es solo conmigo porque te caigo mal? —preguntó después.
    
    — Un poco de ambas —dije, con franqueza.
    
    Nadia rió, como si lo que acabara de escuchar lo hubiera dicho un niño que no estaba del todo consciente de sus palabras. Pensé que lo que seguiría sería un patético intento de congraciarse conmigo, pero por suerte me equivoqué.
    
    Abrí la tapa del protector solar, y puse un poco en mi mano, ...
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