1. Negra


    Fecha: 16/11/2024, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... bolso.
    
    Claro que estaba cansado. No entendía qué demonios hacía en esa fiesta, aunque ahora ya lo sabía. Esperar.
    
    — Es que creo que ya he bebido suficiente —aduje.
    
    — Doy fe —sonrió Yoana, que se había fijado en mi andar tambaleante.
    
    — Apesto a cerveza, ¿verdad?
    
    — Yo también voy fina, no te creas —reconoció, mostrando un vaso ya vacío.
    
    — ¿Cuántos te has tomado?
    
    Yoana se me quedó mirando con desdén antes de incorporarse con un movimiento deliciosamente ambiguo. Se me acercó de un modo imprudente y, frunciendo los labios, exhaló un suave y cálido soplido con olor a ginebra.
    
    — Puf… —pestañeé, al recibir el golpe de aquel aliento etílico.
    
    En ese momento, la distancia entre nosotros era muy escasa, pero todavía nos separaban unos cuantos años, cientos de miles de euros en acciones y un vestido de alta costura, todo ello a favor de Yoana.
    
    Reímos de buena gana y nos volvimos a sentar allí mismo. Aunque esa fuera nuestra primera conversación, nos tuteamos y usamos deliberadamente nuestros nombres de pila. A la prestigiosa abogada no le importó rebajar su minuta a fin de hacerla lo bastante asequible para mí. No había hipocresía en ella, y sí interés en pasarlo bien. Yoana no se comportaba como una señora adinerada charlando con su jardinero, al menos yo no juzgué su amistad como ficticia. Después de todo estaba bebida e, “In vino veritas” que decían en la Antigua Roma.
    
    Sin embargo, no dejaba de sorprenderme que una mujer tan educada y sofisticada, que ...
    ... conducía un Maserati Alfieri, estuviera charlando allí conmigo como si tal cosa. Aunque, curiosamente, yo también poseía un pequeño y viejo deportivo, un 911 blanco con treinta años de antigüedad.
    
    No veía en Yoana ese rictus de señora culta y de buena familia, ese algo indescriptible y diferencial en la forma de hablar y gesticular de los habitantes del centro de la ciudad. Lo conocía bien, yo había crecido en la periferia y estaba acostumbrado a distinguir ese halo de soberbia del que no puede desprenderse la gente con poder y dinero. Esos matices impregnan y condicionan sus relaciones sociales. No reconocí en ella ese prestigio innato que autoriza a una joven de buena familia a ocupar un puesto en un renombrado bufete de abogados. Quizá sólo se debiese a que era negra, bastante más negra que yo, pero lo cierto es que no vi en su rostro esa aplastante sonrisa de superioridad, esa condescendencia que los nietos de emigrantes conocemos tan bien.
    
    Una sonrisa tóxica para quien la contempla que Yoana también conoce, ya que no ha cambiado ni un ápice desde la época de la esclavitud y “Lo que el viento se llevó”. Así es, la ahora rica abogada me confiesa que su madre trabajó durante cuarenta años en el sótano de una mercería. Costurera y corsetera vio durante toda su vida esa misma sonrisa en la cara de las clientas blancas, dado que su jefa le hacía llevar los encargos a domicilio.
    
    A continuación Yoana me habló de sí misma, de un día a finales ya del siglo XX, cuando una ...
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