Negra
Fecha: 16/11/2024,
Categorías:
Sexo Interracial
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... que la diosa negra me chupaba la polla, la tensión de mis testículos se fue acentuando. Adrede o no, Yoana parecía ahora dispuesta a hacerme eyacular. Con la verga siempre dentro de su boca, me empezó a costar contenerme.
— Para… Por favor —rogué, desesperado.
— ¡Yoana! —insistí, pero la abogada fue imposible de convencer. Aquella mujer madura y segura de sí misma se creía la única con autoridad allí. ¡Cómo se equivocaba!
Dado que Yoana me había ignorado, alcé la pelvis y reventé sin previo aviso.
Contrariamente a lo que yo esperaba, ni siquiera entonces se detuvo. Entre el éxtasis y el espanto, contemplé como Yoana continuaba cabeceando a pesar de las sacudidas de mi verga. Reducida a sus instintos básicos, la prestigiosa y altiva abogada se mostraba ahora como era en realidad. Debajo de toda esa altivez, de esa ropa exclusiva y esa educación elitista, yacía un animal salvaje, una combinación de zorra maliciosa y cerda hambrienta de cualquier cosa con sabor a hombre.
La ingente cantidad de esperma y saliva acumulada en el interior de su boquita, favoreció que sus succiones y chupadas se tornasen aún mas burdas y desvergonzadas. Momento en el que Yoana me sonrió satisfecha y francamente divertida con los groseros ruidos que hacía de manera deliberada, jugueteando con los grumos de semen que aún adornaban mi verga y empleando la lengua para recobrar lo poco que se le había escapado por las comisuras de la boca.
— Cómetela ahora —la invité ...
... caballerosamente.
Después de que Yoana me hubiera vaciado los huevos, yo la animé a intentar tragarse mi miembro por completo. Aunque conservara casi todo su tamaño, mi entumecida verga ya había perdido rigidez, al menos en parte. La competitiva Yoana no se lo pensó dos veces y, con el ceño fruncido, engulló con decisión. Sin embargo, cuando vi que se le iban a resistir los últimos centímetros, decidí echarla una mano. Dio una leve arcada y me clavó las uñas, pero gracias a aquel pequeño empujoncito, mi verga se curvó en el ángulo apropiado y se deslizó por su garganta.
Con los ojos a punto de salírsele de las órbitas y la nariz aplastada vigorosamente contra mi pubis, Yoana empezó a darme palmadas en los muslos. Obviamente, la pobre no debía encontrarse muy a gusto con mi miembro atorado en su gaznate.
— Cuando acabe contigo no vas a poder ni tenerte de pie —le advertí nada extraer mi miembro de entre sus amígdalas.
En vez de amedrentarse, Yoana me agarró del pelo y, en un solo movimiento, se sentó sobre la mesa de reuniones, separó las piernas y me ofreció su sexo decidida a recibir una compensación por lo que yo acababa de hacerle.
— ¡Come!
Bastó esa palabra para que me lanzara a devorarla. Al principio fui bastante torpe, presa de la desesperación. Yoana se movía incómoda, por lo que moderé los embates de mi lengua. Pellizqué entonces sus inflamados labios mayores entre mis labios, haciéndola sollozar y luego le di mi lengua… Lento, rápido, lento…
— Sí… Así —me ...