1. Euterpe y Tauro (1)


    Fecha: 27/10/2018, Categorías: Bisexuales Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    Euterpe, en la mitología griega, era la musa de la música y el canto. Tauro, del griego “Taurós”, toro, mitológicamente era un semidiós, encarnación de la fuerza, la fertilidad, el masculino deseo sexual y la agresividad dentro de la nobleza; esto es, el valor masculino unido a la templanza, la caballerosidad. También era representación de la riqueza en el “cuerno de la abundancia”.
    
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    “Llegar a ser figura del toreo es casi un milagro; pero al que lo logra, un toro podrá quitarle la vida…pero nada ni nadie podrá ya nunca quitarle LA GLORIA” (Miguel Hernández, poeta, en la obra enciclopédica “Los Toros”, de José María de Cossío, en cuya redacción colaboró entre 1934-35, siendo de su autoría las biografías de Manuel García, “El Espartero”; José Ulloa, “Tragabuches”; Antonio Reverte y Rafael Molina, “Lagartijo”)
    
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    CAPÍTULO 1º
    
    Juan Gallardo era un joven madrileño de 24 años; alto, 1,76 más o menos, atlético y atractivamente varonil. Pertenecía a la clase alta de la sociedad madrileña y española, hijo de catedrático en Derecho Internacional de la Universidad Complutense de Madrid, abogado del Estado y titular de uno de los despachos de abogados más prestigiosos tanto de España como a nivel internacional, y de una dama inglesa de lo más selecto de la sociedad londinense
    
    Una noche de fines de Octubre, hacia el meridiano de la primera década del siglo XXI, digamos el 27 de Octubre de 2004, estaba en el Olimpia de ...
    ... París viendo el espectáculo de una cantante rusa, Elena Gaenva (Expresado fonéticamente, según lo oiríamos de un ruso, sería “Yelena Gayenva”). La cosa fue iniciativa de monsieur Perrín, abogado francés y buen amigo de su padre, quien le había pedido que fuera “cicerone” y “hayo” de su “ninio” mientras estuviera en el París de la France. La verdad, que meterse en un teatro, por selecto y buenas que fueran sus atracciones, no le ilusionaba en absoluto; vamos, que el “mocer” mucho mejor se habría metido en el Folies Bergere o en el Moulin Rouge; o se hubiera sumergido en la “Nuit Pigalle”
    
    Pero tal opinión dio en quiebra tan pronto vio a aquél “piazo” de mujer que era la rusa de marras. Alta, más de 1,70, casi mediada la treintena de años; bella, pero que muy, muy bella, de pelo más azabache que negro, cayéndole en lisa melena hasta más allá de la cintura, aunque no pocas veces salía al escenario con el cabello recogido ora en trenza, ora en moño sobre la nuca; cuerpo de infarto, con muy, muy, generosas carnes aunque tan exquisitamente repartidas por su cuerpecito serrano que sólo un sublimado atractivo sexual aportaban a tal “body” de hembra humana de modo que todo en ella resultaba espléndido, soberano: Senos, caderas, culito... Vamos, “piazo” hembra humana que hasta a un cadáver encendería en loco, pasional, deseo, aunque muslos y piernas sólo fueran incógnitas prometedoras, al lucir en escena vestidos largos hasta los pies. No obstante al acusado recato de la diva, había ...
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