Me acosté con una monja: El amor hacia la hermana Janet
Fecha: 16/11/2024,
Categorías:
Confesiones
Autor: Omar89, Fuente: CuentoRelatos
... reprimirme más y la besé.
Janet, lejos de reprimirse, continuó aquel beso, que no se limitó a los labios, sino que también me besó las mejillas y pasó luego al cuello. “Dios, cuánto te deseo”, le dije, “he contado los días, las horas, los minutos y los segundos hasta que has venido a mi casa”. “No quiero hablar, necesito que me folles”, me dijo Janet. La verdad, me sorprendía que una monja dijera esas palabras, pero la metí en casa, cerré las cortinas y la lancé contra el sofá. Se quitó aquellos zapatos y yo fui acariciando aquellas piernas con esas medias, mientras le subía aquella negra falda. Conviene decir que Janet no llevaba una ropa interior “sexy” o que ayudara, en condiciones normales, a la erección, pero a mí me excitaba igual con aquellas bragas color carne antediluvianas, las cuales arranqué, al mismo tiempo que me bajaba el pantalón y le mostré mi miembro viril, comprendiendo cómo estaba de excitado con aquella situación. Tras arrancarme las zapatillas y deshacerme por completo del pantalón, me quité la camiseta, mostrándome totalmente desnudo hacia ella, mientras con una mano, algo tímida pero sin pestañear, comenzó a acariciarla.
“Desabróchate esa camisa, necesito verte desnuda”, le dije a Janet. Esta obedeció y me mostró sus pechos, ocultos por un sujetador blanco. La falta de combinación entre colores y el no usar lencería sexy me hacía pensar que Janet no tenía pensado hacer nada sexual conmigo, que todo había sido de improviso. Seguí besándola y ...
... acariciando con las yemas de mis dedos su piel suave y blanquecina. “Déjate puesta la faldita, me excita”, le dije. Fui a colocarme un condón, pero ella me detuvo: “no uses preservativo, las monjas estamos autorizadas a tomar píldoras anticonceptivas por temas médicos, para evitar el cáncer de ovarios y de útero”.
Desconocía ese dato, pero me excitó saber que podía eyacular dentro de ella sin temor a un embarazo no planificado. Así que tras lamérselo un rato, procedí a penetrarla. Me senté en el sofá y la puse encima, haciéndole ir de arriba abajo mientras en mi cara tenía sus hermosas tetas blanquitas con pezones rosados golpeándome la cara mientras sentía el tacto de su falda de novicia mientras la sostenía por el culo. Sin más, eché su tronco hacia mí con la otra mano para poder tener en mi boca aquellos pechos tan hermosos, algo que correspondía con pequeños gemidos. “Eres preciosa, como Santa Teresa”, le dije. Janet me cogió de la cara para volverme a besar y aquello me hizo eyacular.
“No sé si hemos hecho lo correcto”, me dijo Janet. “Janet, ha sido increíble, ¿acaso no te gustó? ¿Si te gustó qué problema hay?”, le pregunté. “Pero soy una monja novicia”, respondió. “Janet, monja o no, eres una chica preciosa, a cualquier hombre le gustaría tener sexo contigo, además, que el celibato obligatorio es algo impuesto por la Iglesia de forma muy posterior al origen del cristianismo. Nunca creí esa tontería de que Jesús tuviera como esposa a María Magdalena, porque él es Hijo ...