El señor taxista (01)
Fecha: 17/11/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: Jcasf, Fuente: CuentoRelatos
... habría estado bebiendo cocteles y gracias a eso estaba ebria. Lo que no entendía era el motivo de su llanto.
—¿Esta rico? —le pregunté, pues devoraba con su pequeña boquita la hamburguesa, mientras sorbía un poco de refresco.
—Si, gracias por preguntar, lamento lo de hace un momento —me contestó, sonando apenada.
—Bueno, estamos en paz —me dispuse a retomar el trabajo— ahora si dime ¿dónde te llevo? ¿dónde queda tu casa?
Ella me miró abriendo mucho los ojos, y casi de inmediato, como si hubiese recordado algo se volvió a ponerse a llorar. Entendí que ese es el punto sensible de la señorita, pero los demás taxistas me estaban lanzando miradas un tanto hostiles, así que decidí pedirle que guarde sus piernas en el vehículo, cerré la puerta y puse en marcha el taxi de nuevo, a esperar a que se calme.
Mientras conducía empecé a divagar un poco con el sonido de su llanto de fondo. Ella era bellísima, sus rasgos delicados, la ropa y accesorios que vestía definitivamente no era baratos, además el lugar de donde la recogí era una zona nocturna costosa (buena para trabajar como taxista en la noche). De seguro al llevarla a su casa la resondrarían por haber bebido, o por haber salido sin permiso de los padres, o cosas por el estilo, luego ella dormiría, se despertaría y seguiría con su vida perfecta. Estacioné el vehículo en un parque iluminado, para evitar suspicacias. Volteé en el asiento y le volví a hablar.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté, evitando tocar el tema que ...
... la hacía estallar en lágrimas.
—Juliana —me dije, al cabo de un rato de estarla mirando, parecía habérsele pasado un poco la embriaguez.
—Un gusto conocerte Juliana, me llamo Simón. Como puedes ver soy taxista y ya van a ser las cuatro de la mañana, así que necesito seguir trabajando.
—¡Por favor no me deje aquí! ¡No me deje sola! —me dijo casi gritando de pánico.
Su reacción me tomó por sorpresa, tampoco es que pensara dejarla en ese parque, pero no sabía dónde llevarla, ni cómo ayudarla.
—Si te ha pasado algo o te han hecho daño puedo llevarte con la policía.
—¡No! ¡eso sería peor! ¡Mucho peor! —su tono era de súplica, de agonía. Me estaba asustando.
—Bien, tranquila. Dime ¿te he hecho algo malo? —intenté hacerla razonar.
—No usted no.
—Entonces ¿quién? ¿por quién lloras?
—Mi… mi ex… ese bastardo… —contestó por fin, empezando a darle forma al motivo de sus penas.
—Hija, ya encontrarás a alguien mejor. Ve a casa a dormir, cuando despiertes todo estará mejor, la vida no es tan mala como crees.
—Aquí no tengo casa, ni familia, ni amigos, aquí solo lo tenía a él… y me engañó… ¡y en mi cumpleaños! —dijo mientras lloraba.
Quedé en silencio por un rato, ella tenía motivos para llorar, desde luego que sí.
—¿De qué parte eres? —necesitaba distraerla nuevamente, para que se calme.
—De San Ramón.
—Eso es en ¿Ayacucho?
—No, es en Chanchamayo.
—¿Allí están tus padres?
—No tengo a nadie, estoy sola —las lágrimas empezaron a brotar ...