1. Mis odiosas hijastras (5)


    Fecha: 28/11/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    Sami me ayudaba a juntar los vidrios rotos del piso, iluminando con la vela para asegurarnos de que no quedara ningún pedacito de cristal sin levantar. Creo que era la primera vez que lamentaba tener a la pequeña rubiecita tan cerca de mí. Valentina, con Rita en brazos, estaba cuchicheando con Agos. A pesar de que todos estábamos en un espacio muy reducido, no entendía lo que decían, debido a que el cielo no paraba de tronar y la lluvia se escuchaba muy fuerte en esa parte de la casa. De todas formas, me daba la impresión de que estaban hablando sobre algo que solo les incumbía a ellas. Cuando tiré el vidrio roto adentro de una caja, para no mezclarlo con el resto de la basura, miré de reojo a Agos, quien me devolvió la mirada. Traté de dilucidar qué era lo que expresaba esa mirada, pero me costó definirlo. ¿De verdad me iba a comer a ese caramelito? Si me hubiera hecho esa misma pregunta apenas unos días atrás, la respuesta sería un contundente no. La princesita de la casa era la más inalcanzable de las hermanas. Si bien nunca creí que pudiera tener chances con alguna de las tres, la calidez y ternura de Sami me hacían fantasear con la idea de que, si se daban determinadas condiciones, no sería imposible tenerla entre mis brazos. Por otra parte, si bien Valentina era la más hostil de las tres, ese antagonismo infundado me hacía recordar a la actitud que tenían algunos niños con la chica que les gustaba: se mostraban con una agresividad exacerbada hacia ellas, cosa que solo ...
    ... significaba que era la única manera que tenían de llamarles la atención. El odio no es más que la otra cara del amor después de todo. La actitud varonil de mi sensual hijastra contribuía con esa hipótesis. Y ahora que sabía que ella recordaba muy bien que yo era el baboso del supermercado, y, aparentemente, no le había contado nada a Mariel, mi teoría se veía reforzada. En resumen, si bien esas dos chicas estaban en el plano de las fantasías, había cierto grado de verisimilitud en el hecho de imaginarme con ellas. Era algo extremadamente improbable quizás, pero no imposible.
    
    Pero con Agos las cosas siempre fueron bien diferentes. Ella nunca me demostró odio, ni nada parecido, sino un desprecio contenido, como quien se ve obligado a convivir con la desagradable mascota de su compañero de departamento. Su desdén e indiferencia no podían ser interpretados como un llamado de atención, ni como una señal de atracción reprimida. Aunque ahora parecía que la realidad me marcaba una cosa totalmente distinta.
    
    Si con Sami todavía tenía la duda de cómo había interpretado mis caricias en esa zona límite que quedaba en la parte más baja de la cintura, casi al comienzo de las nalgas; con Agos no existía duda alguna respecto a lo que había pasado. El primer contacto fue accidental, era cierto. La oscuridad me había jugado una mala pasada —¿O sería una muy buena pasada?—, y había apoyado mi pelvis en sus pulposas nalgas, haciéndole sentir la potente erección que tenía en ese momento. Pero ...
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