Tras el primer concierto (II)
Fecha: 06/01/2025,
Categorías:
Gays
Autor: ShatteredGlassW, Fuente: CuentoRelatos
... puedes recibir veinte azotes como los de antes, con eso seguro que la siguiente vez te controlas; o puedes recibir diez azotes con esto.
En ese punto levantó el puño, mostrando en la mano el grueso cinturón de cuero negro que había llevado el cantante. Uno habría esperado un cinturón lleno de tachuelas, clavos o cualquier otro adorno, pero no era más que un sencillo cinturón, con el único detalle particular de una pesada hebilla de plata con forma de herradura en lugar de ser rectangular. Con los ojos brillantes el chico extendió la mano con timidez, tocando la piel suave y bien curtida. Eran menos azotes, sí, pero sabía que ahí estaba la trampa. Si eran menos, serían mucho más dolorosos que los que pudiesen darle con la mano.
–Nunca… –empezó vacilante– nunca me han dado azotes con un cinturón. Me gustaría probar, pero no sé si lo aguantaré.
–Si no aguantas pararemos, pero intenta soportarlo todo lo que puedas, ¿de acuerdo?
Las amables palabras no vinieron de Héctor, como se habría esperado, sino de Víctor, que le miraba con una amabilidad inusitada, un atisbo detrás de su imponente fachada. Muchísimo más relajado Álvaro asintió. Aunque los azotes le dolerían, y tenían la función de causarle cierto nivel de daño para disciplinarle, no sobrepasarían su límite. Más animado asintió de nuevo con la cabeza y acarició una última vez el cinturón.
–Si es así, de acuerdo. Quiero el cinturón.
Entre los dos le colocaron de rodillas, con la cabeza hundida en una de ...
... las mullidas almohadas. De no haber estado tan excitado se podría haber quedado dormido de inmediato. Sin embargo, su corazón había vuelto a acelerarse, retumbando en su pecho como un tambor de marcha. Con cierta preocupación cerró las piernas, asegurándose de que su pene y testículos no quedasen a la vista. No creía que le fuesen a golpear ahí, pero toda precaución le parecía poca. Intuyendo su nerviosismo, ambos hombres le permitieron acomodarse a su gusto. Héctor pasó el cinturón a su amigo y se sentó junto a la cabeza del chico. Le acarició el pelo y le hundió la cabeza en la almohada, dejándole respirar, pero no gritar.
Víctor acarició ambas nalgas, ligeramente rojas y con marcas de dedos. Sus dedos callosos pasaron por la suave piel del chico que gimió nervioso. La espera le ponía ansioso y le hacía tensar todo el cuerpo. Haciéndose cargo de la situación Víctor balanceó el cinturón. La larga cinta de cuero trazó un arco en el aire y con un único golpe de muñeca cruzó limpiamente el espacio e impactó a la vez en ambos glúteos. Un grito indicó que el impacto había sido bueno, lo bastante duro como para doler y marcar, pero no tanto como para causar un daño real ni dejarle marcado de por vida. Los muslos del chico temblaban y su respiración se había acelerado como si hubiese corrido una maratón.
El dolor era mucho más suave de lo que se había imaginado. Más intenso que en un azote con la mano, pero menos de lo que su desbocada imaginación le había hecho creer. A pesar ...