Mi odiosa madrastra, capítulo 8
Fecha: 09/01/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... subió en ella, recostándose a mi lado.
— Quiero dormir —dije, intuyendo que haría algo que me obligaría a espabilarme.
— Pero no podés hacerlo ¿Eh? —aventuró ella.
— Si me dejás, voy a poder.
No quería que estuviera ahí, en parte porque me daba un poco de vergüenza, ya que imaginaba que tenía un aspecto lamentable. Y el canasto lleno de pañuelos descartables usados que estaba sobre la mesita de luz no era algo muy estético que digamos.
— No me cogí a Juan —afirmó ella, de repente. Me gustaba que fuera al grano, y que no usara eufemismos como: No estuve con… no pasó nada con…
— Y por qué no me lo dijiste antes —pregunté.
— Porque pensé que no tenía por qué hacerlo. Pero luego lo medité y pensé que quizás, lo que te impulsaba a querer saberlo era el hecho de que necesitabas tener la certeza de que nunca traicioné a tu papá.
— Y por qué otra cosa iba a preguntártelo.
— No lo sé. A veces pienso en tonterías —dijo ella, sin aclarar en qué consistían esas tonterías.
— Así que nunca estuviste con otro hombre mientras salías con papá. Bueno, tranquilamente podrías estar mintiéndome —dije, no sin esfuerzo, pues la garganta aún me dolía.
— No, supongo que no tenés por qué creerme —respondió ella.
A través de las sábanas y el cubrecama, sentía cómo mi madrastra se acercaba más a mí, hasta que sus pechos se apoyaron en mi brazo. Ella extendió una mano, y acarició mi cabeza, con una ternura que no sentía hacía bastante tiempo. Incluso con Érica, las ...
... caricias y el sexo en general se habían convertido en algo demasiado monótono últimamente. Casi un trámite.
— ¿Qué hacés? —pregunté.
— ¿No se siente relajante? —dijo ella.
Ciertamente, se sentía muy bien. En realidad no me estaba masajeando la cabeza, sino que su mano se frotaba en mi cabello, haciendo que el cuero cabelludo se estirase todo lo posible, generando esa sensación tan placentera que sentía ahora.
— Sí —respondí.
— Quedate callado, que en unos minutos vas a dormir como un bebé —prometió ella.
Haciendo el menor movimiento posible, salió de la cama, para apagar la luz, y después se colocó a mi lado nuevamente, pero esta vez no se recostó sobre el cubrecama, sino que se cubrió con él y con la sábana.
Sentía el cuerpo de Nadia pegado al mío, como si quisiera darme calor con él. Desde su rodilla hasta sus senos, cada milímetro de esas partes se apretaban en mí, que estaba boca arriba, con un pañuelo en la mano derecha, pues a cada rato tenía que sonarme la nariz. Y ya ni siquiera nos separaba la ropa de cama. Prosiguió con su masaje. Las uñas se raspaban suavemente en el cabello. Sentí que los vellos de todo mi cuerpo se erizaban.
— ¿Así está bien? —preguntó Nadia, susurrándome al oído.
— Sí —respondí.
— Bueno, ahora no digamos nada —dijo ella—. Vas a ver que enseguida te vas a dormir.
El aliento de mi madrastra era fresco, como si acabara de lavarse los dientes. También sentía el olor del jabón que usaba para ducharse, y que siempre ...