1. Mi odiosa madrastra, capítulo 8


    Fecha: 09/01/2025, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... quedaba impregnado en su piel. Esa piel suave que ahora se frotaba conmigo. Por esa vez deseé que vistiera sólo la ropa interior, así podría sentir la suavidad de su cuerpo no sólo a través de su pierna, como la sentía en ese momento.
    
    — Estás caliente —murmuró.
    
    Quedé petrificado. ¿Acaso tenía una erección? No, no era el caso. Como era de esperar, mi verga comenzaba a hincharse, y sólo sería cuestión de tiempo para que se empinara, pero por el momento no estaba dura. ¿Acaso escuché mal? Después de todo, estaba a punto de dormirme. Nadia estaba de costado, sus tetas apoyadas en mi brazo, su ombligo un poco arriba de mi cadera, y su pierna izquierda flexionada, como abrazándome con ella. Si la levantara un poco, podría hacer contacto con mi verga. Pero no era el caso. No estaba rozando mi verga, y de todas formas, esta no estaba rígida.
    
    — Estás caliente. Todo el cuerpo caliente. Pobrecito —dijo.
    
    Ahora lo entendí. Se refería a la fiebre que había elevado mi temperatura corporal. Me sentí aliviado de nuevo. Con ella era todo así, de repente parecía estar en una montaña rusa, pero de manera brusca la cosa se clamaba.
    
    — Ya estaré mejor mañana —dije, optimista.
    
    Nadia me frotó con más intensidad el cabello, ahora con la palma de la mano en lugar de con los dedos, para luego volver a realizar el masaje original.
    
    — Shhhh —dijo, a pesar de que había sido ella misma la que había roto el silencio.
    
    Ahora metió su otra mano por adentro de mi remera, cosa que me tomó ...
    ... desprevenido. Algo me decía que en cualquier momento podía estar de nuevo viajando en esa montaña rusa que era mi madrastra. Los dedos reptaron hacia arriba, con una lentitud calculada. Las uñas rasparon la piel, pero con la intensidad apenas necesaria como para dejar algunas marcas, casi invisibles en ella. Finalmente llegaron al pecho, en donde mi madrastra comenzó a hacer movimientos circulares en el centro, ahí donde tenía una modesta mata de vello. Esto, sumado al relajante masaje de cabeza, me hizo sentir en el paraíso, aunque no dejaba de ser polémica la forma en que Nadia había metido mano.
    
    Sentí, con mucho alivio, que me estaba quedando dormido. Aunque ella lo había dicho en broma, me sentía como un bebé que estaba siendo arrullado para que se durmiera. Me dejé llevar por el placer que me producían sus hábiles, o más bien expertas, manos. Cerré los ojos.
    
    Menos mal, pensaba, mientras me sumía en el sueño, que esperaba que fuera profundo. Menos mal que me estoy durmiendo ahora, porque unos minutos más con mi madrastra tocándome así, y ya sabía lo que iba a generar en mi cuerpo. Y es que en aquel masaje había algo maternal, a la vez que había algo pervertido.
    
    Finalmente sentí desconectarme de todo.
    
    Me dio la impresión de que habían pasado horas, pero cuando abrí los ojos de nuevo, encontrándome con la absoluta oscuridad de la habitación, y la carencia de los rayos de sol que solían filtrarse, dejando en evidencia que aún era de noche, me di cuenta de que, ...
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