Recuperando el tiempo perdido
Fecha: 13/01/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... superior admirando al efebo que tenía a su disposición cuantas veces quisiera, no obstante, ella precisaba de una tregua antes de reanudar la batalla.
Al acercarse a la cama pisó la tapa del móvil que había ignorado hasta el momento y confió en que no se hubiese roto. Puso la batería, después la tapa y lo encendió, introdujo su contraseña y saltaron cuatro mensajes de texto notificando las cuatro llamadas perdidas de su marido y pensó que debía llamarle por si había habido algún contratiempo en el viaje, pero antes se sentó en la cama y respiró profundamente hasta serenarse.
Diego le cogió la mano y la posó en su polla erecta al mismo tiempo que sonreía ante una situación que para él era hasta graciosa, si bien, añadía el acicate del morbo, ya de por sí manifiesto. Reme le devolvió la sonrisa sin soltar la polla. Pulsó el icono de llamada y a los pocos segundos escuchó la voz de su marido.
—¿Pasa algo? —le preguntó sin dejar de masturbar al joven.
—Nada. ¿dónde estás? —preguntó él.
—En casa, —mintió.
—Como no cogías el teléfono…
—Estaba secándome el pelo. No lo habré oído, cariño, —se justificó guiñándole un ojo a Diego sin dejar de mecer el falo.
—Las últimas llamadas me advertían de que estabas fuera de cobertura o con el teléfono no operativo.
—Pues no lo sé. Habrá un problema de señal. ¿Qué quieres que te diga? —añadió.
—¿Puedes hacerme un favor?
—Claro, dime, —respondió con naturalidad.
—En el escritorio hay una factura que me urge ...
... para hacer una entrega. Necesito que me digas el número.
Reme soltó el miembro erecto y se incorporó rápidamente para vestirse. Él muchacho siguió masturbándose mientras contemplaba su nerviosismo, intuyendo que tendría que terminar la fiesta solo.
—Dame unos minutos y enseguida te lo digo.
—Está bien. Espero.
— Cuelga. Yo te llamo en unos minutos.
—No. Te espero que voy conduciendo.
—Ok. Te pongo en manos libres.
Reme echó un fugaz e infructuoso vistazo en busca de sus bragas y prescindió de ellas. A continuación se puso la falda, el sujetador, el suéter, y por último se calzó los zapatos para despedirse en un silencioso gesto con el cual le comunicaba a Diego que regresaba en breve. Salió por la puerta y subió por las escaleras para ir más rápido.
—¿Vas a decirme el número o qué? —preguntó impaciente.
—Ya voy, ya voy. No seas impaciente, protestó al tiempo que abría la puerta. Después se apresuró por el largo pasillo en dirección al escritorio.
—¿Dónde está? —preguntó antes de entrar en el estudio y escuchándose ella misma a través del móvil, lo cual le ocasionó cierta perplejidad que se resolvió cuando entró en la estancia. Su esposo la esperaba sentado, con sonrisa ladina y teléfono en mano.
—En el primer cajón de la mesa, —contestó señalándoselo, mientras ella quedaba petrificada.
Reme enmudeció y, aunque, aparentemente aún no sabía nada de su adulterio, resultaba evidente que había mentido de forma desvergonzada.
—¿Qué haces aquí? ...