1. Mi marido no me satisface


    Fecha: 13/01/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    Tere:
    
    ¿Es un problema para ti?
    
    BradPitt:
    
    Bueno… la verdad es que no. Pero, ¿cómo lo piensas hacer?
    
    Tere:
    
    Él trabaja a menudo en otras islas. Ahora está en Lanzarote.
    
    BradPitt:
    
    Ya veo… Lo tienes todo calculado, ¿eh?
    
    Hablábamos a través de un chat. Para sorpresa mía, la chica buscaba sexo sin compromiso, aunque me acababa de contar que tenía novio. Era mayor que yo, tenía 38 años; yo, 32. Cuando le pregunté cómo era físicamente, me dijo sin ningún reparo:
    
    Tere:
    
    Gorda.
    
    Pasaron unos segundos. Yo escribía y borraba. No sabía qué poner.
    
    BradPitt:
    
    ¿Gorda?
    
    Tere:
    
    Sí, gorda, pero estoy buena, ja, ja, ja.
    
    Nos enviamos unas pocas fotos, y sí, era gorda, y rubia, y alta. Me gustó. Sus kilos estaban muy repartidos. Pero lo que más me gustaba era su desparpajo y su iniciativa, el hecho de que confiase en sí misma a pesar de su obesidad.
    
    BradPitt:
    
    Oye, ¿lo haces muy a menudo?
    
    Tere:
    
    ¿El qué, follar con desconocidos?
    
    BradPitt:
    
    Joder, ja, ja… Sí, eso.
    
    Tere:
    
    Para nada.
    
    BradPitt:
    
    Pues se te ve muy lanzada.
    
    Tere:
    
    Ya lo sé, pero es que estoy harta.
    
    BradPitt:
    
    ¿Harta?
    
    Tere:
    
    No disfruto con mi pareja. Es un muermo.
    
    Yo estaba cada vez más sorprendido, pero también más intrigado. Me gustaba ver ese deseo en una mujer.
    
    Al final, nos citamos en mi casa, después del trabajo. Sería una pequeña toma de contacto para comprobar si había buena química. Y vaya si la había. Parecíamos dos adolescentes en el ...
    ... sofá. Nos gustamos de inmediato.
    
    Temiendo que pudiéramos estar algo cortados, había sacado una botella de vino tinto y unas copas y lo había dejado todo en la mesa baja del salón, frente al sofá donde nos sentamos. Enseguida vi que no era necesario. Tras un minuto o dos de indecisión, nos encontrábamos ya charlando y bromeando sobre mil banalidades. Así que apenas tomamos unos sorbos.
    
    Ella era una tía lista, lanzada, chisposa. Conversamos distendidamente durante un rato hasta que en determinado momento las palabras empezaron a sobrar sin que nos diésemos cuenta. Empezamos a cruzar miradas pícaras, indiscretas; nos buscábamos con las manos, enredábamos los dedos, nos mirábamos a la cara, a los labios, nerviosos, riéndonos. Era todo muy gracioso, parecíamos dos chiquillos. La tensión sexual era total.
    
    En cierto momento, ella levantó una pierna y la metió entre las mías. Me encantó ese gesto. Fue como encender la pólvora. Nos empezamos a besar de inmediato, a mancharnos la boca con las lenguas y la saliva.
    
    Me encantaban sus reacciones, la sentía muy deseosa. Es algo que me enciende. Cuando llevé mi mano a su entrepierna y palpé su braga, húmeda ya, echó la cabeza hacia atrás y soltó un "¡oh!" que me puso a 100. «Cómo lo desea», pensé, «cómo lo disfruta». No hay nada mejor. Metí los dedos por debajo de la tela y la seguí palpando. Ella se abría, ofreciéndomelo. Me llevé los dedos a la nariz, como hago siempre, para aspirar su olor. Olía de miedo. Nos besamos como ...
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