Mi marido no me satisface
Fecha: 13/01/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos
... así que se lo como con todo el interés del mundo.
Su culo se retuerce de gusto, es una maravilla. Qué de gemidos, dios, cómo me ponía esta mujer. De vez en cuando paso unos dedos por su sexo y compruebo que lo tiene derretido como la cera de una vela encendida. Me entran unas ganas tremendas de follarla. Así que me acerco a ella de rodillas, una mano sobre su cadera, sujetándola para que no se me escape, otra en mi miembro tieso, y se la ensarto. Siento de inmediato el fuego de su sexo, que me invade el cuerpo como si mi pene fuera una toma de corriente. Me agarro a ella por las dos caderas y empiezo a follarla.
―¡Ohhhjjjj! ―dice Tere―, qué gorda la tienes, tío.
Y yo, hinchado como un gallo, la penetro con todas mis ganas. De vez en cuando, ella gira su cabeza hacia mí y me busca los ojos. Son como dos flechas que se me clavan, me pone frenético. Veo su cara completamente rosada y contraída de placer y me subo de nuevo a las nubes. La veo abrir la boca en una mueca, la oigo emitir unos gemidos y jadeos desgarrados que me vuelven loco.
Aunque la tengo bien agarrada por sus anchas caderas, ella se mueve rítmicamente conmigo, empujando hacia atrás, como deseando que le llegue hasta el fondo. En mi dormitorio, se oye el pesado "plof, plof, plof" de su pedazo de culo chocando contra mí.
Mientras la embisto con fuerza, ella lleva una mano por debajo de sí y se toca el sexo. De vez en cuando siento sus dedos rozándome el pene, seguramente le gusta sentirlo entrar y ...
... salir de ella. La oigo respirar y jadear con desesperación. Su cuerpo se agita debajo de mí, sus nalgas vibran. De pronto, emite unos "¡oh, oh, oh, ohhhjjjj!" muy seguidos, mientras su mano se agita a mil revoluciones sobre su sexo. Se corre. Yo también estoy a punto de correrme, pero me detengo, dándole una pequeña tregua, pero sin sacársela. Entonces, respirando con agitación, dice:
―Qué gusto, dios… Sigue, anda, no te pares ―sigue entre jadeos.
Yo la obedezco y no me paro. Vuelvo a asirla por las caderas y a penetrarla. Y con unos pocos movimientos vuelvo a sentir mi orgasmo a punto de llegar. Ella lo nota en mi respiración y mis gemidos, que se vuelven roncos.
―Espera, no te corras ―me dice con desespero, girando la cabeza hacia atrás.
―¿No… me corro? ―le digo un tanto apurado.
―Avísame ―dice―, quiero que me lo eches en la cara.
«La madre que la parió», digo yo para mí mismo.
―La hostia… ―le digo a ella―. Vale.
Y cuando estoy a punto de caramelo, ella se revuelve, se pone boca arriba, debajo de mí, y yo me masajeo el pene sobre su cara esperando el orgasmo. Los chorros se reparten por su cara. Ella los espera con la lengua fuera. Con los dedos, recoge los hilos de semen y se los pasa por los labios, como una niña mala. Menudo cuadro. Yo lo flipo. Con mala suerte, un chorrito le cae en un ojo y ella trata de quitárselo. Se pone a reír, se carcajea de buena gana. Yo también.
Minutos después, estamos recostados sobre las almohadas. Ella me pasa un ...