Un relato medieval
Fecha: 18/01/2025,
Categorías:
Otros Eróticos,
Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos
El sol caía con fuerza sobre el campo de cultivo. Ana, la hija mayor del matrimonio, de tez pálida, cabello pelirrojo y constitución delgada, sudaba profusamente mientras se agachaba una y otra vez para arrancar las hierbas que crecían entre las plantas. Su padre, de edad madura, trabajaba a su lado. Su madre, con fiebre, se había quedado en la choza, descansando en su cama, fiando su curación a un milagro. El matasanos, un joven que sabía escribir, la había visitado hace dos días, y había convencido a la familia de que una lavativa era el mejor remedio. La paciente, en su estado de debilidad, no había ofrecido resistencia mientras la desnudaban. Luego el médico había introducido un instrumento que Ana nunca había visto por el ano.
La familia pertenecía a una de las aldeas que rodeaban el castillo. Como casi todos allí, trabajaba para un señor feudal. Aquel día era especial y al acabar el trabajo, mientras almorzaban, padre e hija iniciaron una conversación.
—Hoy viene el nuevo señor a cobrar las tasas. —anunció el padre con voz profunda en la que se notaba un matiz de desasosiego.
—¿Pero Sir Walter? —preguntó Ana.
—Sir Walter ha fallecido. La herida de flecha se infectó y no se ha recuperado.
Ana miró con preocupación a su progenitor. Aquel verano la cosecha no había sido buena, apenas habían podido comprar comida y lo poco que tenían lo habían usado para pagar al curandero. La visita del nuevo señor feudal venía en el peor momento.
—Le voy a decir que no ...
... tenemos nada y que ya le pagaremos.
—¡Hija! Sé razonable, sabes que esa opción no existe. —la reprendió su progenitor.
La muchacha reflexionó. Su padre tenía razón, además, aunque el nuevo señor no fuese cruel, seguro que quería dejar clara su autoridad. No obstante, aun sabiendo esto, continuó insistiendo tozudamente.
—Pero padre, madre tiene que comer y recuperarse. Yo...
Su padre le propinó un bofetón que la dejó con la mejilla colorada. Ana devolvió la mirada desafiante. Su padre era un buen hombre, que solo quería lo mejor para todos y ella estaba desafiando su autoridad. Ya desde niña, su carácter había sido impulsivo y orgulloso, y en más de una ocasión su padre y su madre le habían calentado el trasero con la vara. De mayor, había podido irse, o casarse, otras lo hacían. Pero ella no quería dejar a sus padres, sin ella, no podrían trabajar lo suficiente para vivir con dignidad. Además, los chicos de las aldeas que había conocido le parecían demasiado toscos o directamente estúpidos. Ella quería algo más, aunque no sabía muy bien el qué y sobre todo el cómo.
La comitiva llegó a la aldea y pronto se dispusieron las mesas para llevar a cabo la recaudación. Sir Fernand, el nuevo señor, rondaba los 26 años, se le veía alto, fuerte y con una mirada de inteligencia que llamaba la atención. Todos los aldeanos sin excepción aguardaban en la plaza, observando la escena con respeto y, por qué no decirlo, temor a lo desconocido.
—Gracias por la recepción. Como ...