Un relato medieval
Fecha: 18/01/2025,
Categorías:
Otros Eróticos,
Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos
... sabéis, hace unos días la enfermedad se llevó a vuestro señor. Yo soy el nuevo propietario y hoy vengo ante vosotros para transmitiros dos mensajes. El primero, renovar el acuerdo que teníais. Trabajaréis para mí y a cambio os ofrezco protección en el castillo. Os prometo justicia y que todo el que siga las reglas no ha de temer nada. El segundo, es que estoy buscando un sirviente. Tengo hombres a mi alrededor que me sirven bien, pero necesito a alguien que se ocupe de temas personales. Bien, empecemos con los pagos para ponernos al día.
Uno de los soldados que le acompañaban sacó un listado y comenzó a leer los nombres que allí aparecían. El cuarto nombre era el del padre de Ana.
—Tenéis mujer e hija.
—Así es, mi mujer está enferma y no ha podido venir y esta es mi hija. —dijo.
—Eso es irregular, vuestra mujer debería estar aquí.
—Seguid. —dijo Sir Fernand, no quería retrasarse de manera innecesaria.
El soldado no insistió en el tema y fue directo al grano.
—Está bien según esto debéis...
El pobre hombre palideció al oír la cantidad que ya conocía, aquello significaba dejarles sin sustento durante días.
—Señor, no podemos abonar esa cantidad, mi madre está enferma y el curandero se ha quedado con parte de... —intervino Ana dirigiéndose directamente al nuevo dueño.
—No es asunto mío... además, como os atrevéis a negaros a pagar. No sabéis acaso que el incumplimiento del pago significa ser azotada públicamente.
Ana bajó la mirada. Su apuesta ...
... había salido mal y el castigo parecía inevitable.
—Soldados, prended al padre y dadle treinta latigazos.
—Señor, os lo suplico. Él no tiene la culpa si... si habéis de castigar a alguien es a mi... —dijo Ana tratando de ocultar el miedo que sentía.
Fernand la miró con cara de pocos amigos. Aquella chica era una desvergonzada, sin embargo era atractiva y valiente o quizás al revés, el hecho es que le había impresionado.
—Tembláis... —comentó el señor observando las manos de la joven.
Ana levantó la mirada y venciendo su nerviosismo respondió.
—Estoy dispuesta.
Los soldados la agarraron por los brazos, luego uno de ellos arrancó el vestido dejando la espalda de al aire, a continuación la ataron a un poste. El tipo que cobraba se acercó a su caballo y cogió un látigo.
Ana apretó los dientes anticipando el dolor.
—¡Esperad! —dijo Fernand acercándose a la chica.
—Decidme, ¿querríais trabajar para mí como sirvienta?
—Sí, señor. —respondió la joven con convicción.
—No creáis que servirme será fácil, os enseñaré a leer y escribir, pero estaréis completamente a mi disposición, os castigaré cuando cometáis el mínimo error y satisfaréis mis necesidades más básicas cuando así lo desee. Trabajareis duro.
—Lo sé, agradezco la oportunidad que me dais, solo os ruego que tratéis con benevolencia a mi familia y... bueno
—Ya basta, llego tarde, desatadla.
La muchacha respiró con alivio.
—No penséis que os habéis librado del castigo. —le susurró su ...