Un relato medieval
Fecha: 18/01/2025,
Categorías:
Otros Eróticos,
Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos
... nuevo amo al oído.
La sesión de pagos continuó y solo tuvo lugar un incidente. Un hombre recibió veinte latigazos por no abonar la totalidad de la deuda. Ana le observó en silencio mientras se retorcía con cada azote. No se hacía muchas ilusiones, se había convertido en una esclava y su nuevo amo no dudaría en hacerla sufrir, pero aprendería a leer y escribir y... bueno, al menos saldría de aquella vida y su señor le haría.
Se ruborizó pensando en ello, al menos aquel tipo no era como otros pretendientes. Razonaba y podría aprender cosas.
En el castillo, asignaron a Ana una pequeña habitación al lado de la de su señor. Luego aparecieron unas doncellas con un barreño lleno de agua e invitaron a la recién llegada a desnudarse para el baño. Después, vestida con ropas sencillas pero limpias, fue llamada a los aposentos de su señor, quien la miró con aprobación y le ofreció comida y bebida. Terminada la cena, Sir Ferdinand tomo la palabra.
—Es hora de vuestro castigo. Id a ver a la cocinera y decidla de mi parte que os dé el cubo con las ramas.
A los pocos minutos regresó Ana con el cubo.
—Bien, levantad vuestro vestido y descubrid el culo.
La joven obedeció. Su trasero pálido quedó expuesto, a merced de su señor.
—Tenéis un culo bonito, pero bastante pálido. Creo que un poco de color le vendrá bien. Inclinaos y no os atreváis a moveros o será peor.
Ana, con los nervios agarrando su estómago, se inclinó dejando el culo en pompa y apretó el ...
... esfínter.
Fernand sacó una rama mojada del cubo, la agitó en el aire y luego, golpeó las nalgas de su sirvienta.
En total, la vara mordió el trasero de Ana veinte veces. Las lágrimas resbalaron por su rostro al recibir el penúltimo impacto. Los glúteos escocían.
—Está bien, podéis cubrir vuestra desnudez, espero que hayáis aprendido la lección. Mañana comenzaréis las clases para aprender a leer y escribir.
Ana era lista y aprendía con facilidad. Comía con su señor la mayoría de noches y se encargaba de que todo estuviese en orden. No obstante, y a pesar de sus esfuerzos, cometía errores y día sí y día no, sus nalgas probaban la vara. Un día se quejó.
—¿Qué he hecho mal? Si queréis verme el culo no tenéis más que pedirlo, no hace falta que me azotéis.
—Os daré el doble por vuestra insolencia. —dijo su amo.
Terminado el castigo Fernand tomó la palabra.
—No os vistáis, venid aquí, vuestras posaderas están muy rojas y necesitareis un ungüento para calmarlas. Tumbaros sobre la cama.
Ana hizo lo ordenado. Las ásperas manos de su señor se movían con inesperada suavidad extendiendo la crema. Luego, sin avisar, uno de sus dedos encontró la entrada a su vagina y la exploró. Ana gimió.
De vuelta en su habitación pensó en lo ocurrido y se masturbó.
Un mes después del masaje, se celebró un banquete. Varios compañeros de armas y alguna que otra mujer acudieron a disfrutar del vino y las viandas. Avanzada la velada, los efectos del alcohol se hicieron notar, había ...