Cuando se ama es el corazón quien juzga
Fecha: 09/02/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
El despertador del móvil sonó a las siete. Sólo había dormido dos horas. Claudia lo apagó somnolienta y caminó desnuda, —como una autómata— hasta el baño, se sentó en la taza a orinar entre bostezo y bostezo, después se levantó, apoyó las manos en el lavabo frente al espejo y tuvo unas arcadas que le hicieron vomitar el escaso contenido de su estómago. Permaneció unos segundos inmóvil contemplándose en el espejo sin gustarle lo que veía, por lo que se lavó la cara, como si al hacerlo pudiese blanquear también la vileza de sus actos. A continuación se secó y volvió a mirarse en él, por si le devolvía algún cambio sustancial, pero no fue así. Salió del baño un poco más recompuesta, se vistió, se dio unos retoques al pelo y por último cogió su bolso, observó a su amante durmiendo y salió de la vivienda sin hacer ruido.
A las ocho llegaba a casa, habiendo disfrazado una vez más su aventura carnal con una guardia en el hospital. Iván ya había preparado el desayuno para los dos. Claudia colgó el abrigo en la percha, el bolso en la silla, le dio los buenos días acompañados de un beso y se sentó a desayunar con él, pese a su inapetencia. Sólo deseaba estar sola, darse un baño y recapitular.
—¿Qué tal la noche?
—Movidita, —respondió. Inmediatamente cayó en la cuenta de que no andaba lejos de la verdad.
—¿Algo destacable? —preguntó levantando la vista del periódico.
—Nada que merezca la pena reseñar, —mintió.
Apenas desayunó. Tomó un café, únicamente por interpretar ...
... el papel de buena esposa y camuflar su perfidia. Tampoco le apetecía comentar nada más. En esos momentos siempre albergaba la extraña sensación de que, de alguna manera, su infidelidad era diáfana, es decir, tenía el presentimiento de que si decía o hacía algo inapropiado se delataría, como también tenía la percepción de que en su cuerpo quedaba algún resquicio, alguna mancha, algún resto en el peinado o cualquier otro elemento singular o indicio sospechoso que la pudiese inculpar.
—Voy a darme un baño, —le indicó a fin de eliminar cualquier rastro que solamente existía en su cabeza, y no tener que seguir una conversación que no le apetecía en esos momentos, dada su vulnerabilidad.
—¿Te ocurre algo? —le preguntó.
“Apenas he dormido. Ha sido una noche de sexo duro”.
Esa hubiera sido su sincera respuesta, no obstante, evocó las palabras de su psicoanalista afirmando que la fuerza más poderosa que mueve el mundo era la mentira. Todo el mundo miente: políticos que prometen lo que nunca cumplen; periodistas que omiten la verdad; hijos que dicen no haber tomado nunca drogas; vecinos que se saludan cordialmente, pero en realidad se detestan; padres que dicen entender a sus hijos; hijos que dicen obedecer a sus padres; cónyuges que aseguran no engañar a su pareja. Se dice que los niños nunca mienten, pero incluso, cuando lloran están mintiendo para reclamar la atención de la madre. Después de la convincente reflexión respaldó la verdad de su psicólogo y se reafirmó en que ...