1. Cuando se ama es el corazón quien juzga


    Fecha: 09/02/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... piernas a fin de recibirlo anhelante, y sin demorarse la penetró de un golpe llevándola a exhalar un gemido de placer cuando lo sintió, cual barra de hierro candente en sus entrañas. A ese gemido le siguieron otros muchos cuando empezó a bombear con vehemencia en su interior.
    
    Le bastó tan sólo un minuto para que se corriera reclamándole que se lo diera todo en un orgasmo que se prolongó durante otro minuto entre jadeos y espasmos de placer. Cristian extrajo la polla erecta de su vagina y contempló unos instantes sus intimidades totalmente expuestas, a continuación se escupió repetidas veces el falo y se lo embadurnó, lo posó a la entrada del pequeño orificio y empujó con suavidad hasta que el miembro penetró hasta el fondo. Claudia contuvo sus lamentos con la verga percutiendo en sus esfínteres, y el morbo, la lujuria y el desenfreno se instaló en su ser, de manera que sus jadeos se solaparon con los gritos de placer. Su dedo buscó el pequeño nódulo en busca de un segundo orgasmo, al mismo tiempo, Cristian se agarró a sus pechos con ensañamiento sin dejar de percutir con contundentes golpes de cadera en la búsqueda de un clímax compartido que no se hizo de esperar. Claudia gritó, y Cristian no fue menos, mientras le atizaba con unos últimos golpes de riñón, entre espasmos y bramidos, al tiempo que alojaba en el estrecho canal los postreros restos de su simiente. Seguidamente se dejó caer encima de Claudia y ella acusó el peso muerto. Después se deshizo de él para ir al ...
    ... lavabo. Se sentó en el bidet y visualizó el mismo escenario de la noche anterior, pero esta vez no quiso verse reflejada en el espejo. A continuación siguió con el ritual, se vistió y se marchó sin despedirse. Cristian la miró antes de salir por la puerta y se compadeció de ella.
    
    Deambuló por la calle durante todo el día como una autómata sin un rumbo fijo, como si quisiera encontrar la senda de la circunspección, de tal modo que el arrebol del atardecer la sorprendió al pie del Miguelete. Miró hacia arriba y admiró su majestuosidad. Tantos años viviendo allí y nunca había subido, y pensó que era un buen momento para hacerlo, por lo que pagó los dos euros de la entrada y subió los doscientos siete escalones hasta la terraza, situada a sesenta y tres metros de altura.
    
    Se apoyó en la baranda presenciando la magia del crepúsculo con el sol arrojando sus últimos rayos de luz sobre el horizonte y tamizando el cielo en tonos violáceos, amarillos, naranjas y rojos, al igual que un pintor fauvista se ensañaba en el cromatismo de su paleta. Claudia observó fascinada como el astro rey desaparecía en el horizonte, dedicándole el hermoso espectáculo, y durante ese breve periodo de tiempo se embriagó de la belleza intrínseca de su exhibición.
    
    El atardecer dio paso al ocaso y el centellear de las luces adornó la ciudad otorgándole a la noche un clima especial para soñar donde se percibía mejor el estruendo del corazón, el repiqueteo de la ansiedad, el murmullo de lo imposible y el ...