1. Las tetas de mi suegra, mi obsesión


    Fecha: 11/02/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Rollo, Fuente: CuentoRelatos

    ... la cintura, para después, bajar despacio hasta su trasero. Aunque su culo no es abultado, tener mi mano inmóvil en una de sus nalgas, era muy excitante para mí. La mujer, además, parecía no molestarse, aun así, tenía miedo de que algún día se cabrease. Actuaba con cautela, por miedo a perder el buen rollo con mi suegra, más que por perder mi matrimonio.
    
    Fue un día, estando de vacaciones y sabiendo que mi suegra Teresita, estaba sola en casa, y aprovechando que mi mujer trabajaba y nuestro hijo estaba en el colegio; que decidí acompañar a mi suegra a una casita que tenía en un campo de naranjos, a las afueras del pueblo, porque quería limpiar un poco.
    
    Fuimos con mi coche. Mi suegra, llevaba su falda negra y una blusa azul marino, con pequeños lunares blancos. Yo miraba sus tetazas de reojo, mientras conducía y hablábamos de su nieto.
    
    Mi miembro, estaba medio erecto.
    
    Nada más llegar, nos pusimos a tirar botes, cajas y demás basura, en bolsas de plástico.
    
    Yo, miraba los bamboleantes pechos de la anciana y mi mente se encendía.
    
    – ¿Qué tal con mi hija, David?
    
    – Pues, Teresita, no muy bien… Es lo que le puedo decir – respondí.
    
    – Ella es como su padre, tiene un carácter difícil. Hay que tener paciencia – dijo, con cara de disgusto.
    
    – Ya, pero… Me estoy cansando, Tere. Quizás no debería de decírselo, pero aparte de discusiones, tenemos sexo una vez cada mil años. Y yo, no aguanto más. Soy joven y tengo la sensación de perder mi tiempo – le dije.
    
    Ella, se ...
    ... ruborizó al escuchar lo de la falta de sexo.
    
    – Yo tuve mucha paciencia, con mi Antonio. Entiendo que cuesta, pero el matrimonio es así… – dijo resignada.
    
    – Caray, suegra; ojalá tuviera yo una mujer como usted. Qué gozada seria… – dije sonriendo, mientras guiñaba un ojo a mi suegra.
    
    Noté que un calor llenaba mi cuerpo. Una sensación de ahora o nunca. No había duda, ese sería el día que tenía que intentar algo.
    
    – ¡Ay, hijo! Yo soy muy vieja. ¿Para qué quieres tú, una mujer como yo? – respondió mi suegra, riendo y sonrojada.
    
    – Pues porque es usted muy buena, cariñosa y comprensiva, Tere. Además… hay cosas que me gustan de usted, ¿sabe? – respondí, mirándola con picardía.
    
    – ¡Ay, hijo! ¿Qué tengo yo que te pueda gustar? ¿Arrugas? – dijo, riendo y ruborizada.
    
    Me temblaba todo el cuerpo. El corazón a mil por hora. Estaba sudando. Me acerqué a mi suegra, para responderle.
    
    – Pues… pues sus pechos, Teresita. Estas tetas me vuelven loco, suegra – le dije, mientras ponía mis manos sobre sus melones y podía sentir su peso y volumen en ellas.
    
    Aquel tacto caliente y rebosante, me la puso dura al segundo. Mi suegra se sobresaltó. Mientras, mis manos apretaban suavemente sus enormes pechos.
    
    – ¡David, hijo, por favor! Soy tu suegra – respondió, quitando mis manos de sus tetas.
    
    – Lo sé, Teresita. Pero… llevo mucho sin estar con su hija y… bueno, me vuelven loco sus pechos. No paro de pensar en usted. Me masturbo pensando en usted, Tere. Se que está mal, pero no ...
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