Las tetas de mi suegra, mi obsesión
Fecha: 11/02/2025,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Rollo, Fuente: CuentoRelatos
... puedo evitarlo. La quiero a usted, como a una madre, pero cuando la miro, deseo tocarla… – le dije excitado.
– David, yo también te quiero, hijo. Eres muy buen yerno, muy buen padre para mi nieto. Sé que mi hija no lo hace bien contigo, pero yo soy una señora mayor, viuda y además soy la madre de tu mujer. Entiendo que los hombres… pues… tenéis necesidades y yo, yo, hijo… no te puedo ayudar en eso… – dijo la mujer nerviosa, mientras me miraba.
– Tere, por favor; déjame solamente tocar tus pechos. Esa delantera me vuelve loco. Sólo acariciarte las tetas. Prometo que esto no saldrá de aquí. Te doy mi palabra. María, no lo sabrá. Además, tampoco será una infidelidad. Todo quedará en familia – le expliqué.
Mi suegra me miró y frunció el ceño, mientras se sentaba en un viejo sofá, de la casita.
– David, yo… Mi hija es tu mujer. No está bien – respondió.
– Por favor, sólo tocarlas… – repliqué.
La anciana dudo. Me miró y tras una mueca de disgusto, respondió.
– Sólo tocar. Y esto, jamás debes contárselo a nadie – dijo ella.
Tras prometérselo, me senté a su lado. Acaricié sus tetonas, sobre la fina tela de la blusa. Se notaba el encaje del sujetador. Noté los pezones de mi suegra, duros como mi propia erección, que ya presionaba en mi entrepierna.
Recorrí aquellos cántaros lecheros, aquel magnífico par de biberones. Mi suegra, estaba sonrojada y tenía los ojos cerrados. Su gesto, no mostraba agrado, ni desagrado, era como si estuviera ...
... ausente.
Desabroché los botones de su blusa, uno a uno. Abrí esta. Sus enormes pechos, estaban enfundados en un sujetador beige, cruzado. Sus grandes areolas y los pezones, se transparentaban a través del encaje de las copas.
Mis manos amasaron aquel par de tetas de mi suegra, cuyo tacto parecía el de dos grandes globos, llenos de agua tibia. Mi polla iba a estallar. Tenía inmensas ganas de masturbarme.
Metí mi mano en una de las copas y tras un ligero forcejeo, saqué una teta y luego hice lo mismo con la otra. Eran enormes. Algo caídas, pero gordas, llenas, con un volumen que parecían dos gotas de agua grandes.
Agaché mi cabeza y cogiendo una teta con cada mano, lamí los pezones. Estaban duros. Los chupé y chupé. Mi suegra, se sobresaltó, pero no dijo nada. Sólo me sujetó los hombros, con sus manos.
Amasé sus tetas como si no hubiera un mañana y no podía parar de besarlas y chuparlas. Entonces, me recosté sobre el sofá y me bajé los pantalones y los calzoncillos. Saqué mi miembro y comencé a masturbarme.
Mi suegra me miró y luego cerró los ojos. Mi polla estaba dura, lubricada y descapullada. Mientras con una mano me pajeaba, con la otra, tocaba los enormes pechos de mi suegra.
Volví a amasarlos y chuparlos, otra vez.
– ¡Buff, Teresita, que tetona es, suegra! Qué domingas… ¡Oh, que ubres! ¡Dios, suegra, me pone usted tan caliente! – le dije.
Entonces, me puse de pie, frente a ella, la acaricié los hombros y luego, estando ella sentada y quedando mi miembro a la altura ...