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Mereces un castigo
Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... traje que la abrazó bajando la mano hasta el culo mientras le daba un morreo. Ella correspondió al morreo y aunque sin abrazarlo antes de perderse cogidos de la mano en el interior del hotel. Era oficial: yo era un cornudo. Cojonudo. Aquello no podía ser. Tenía que haberme confundido. Pero sabía que no. Era Bea entrando en un hotel para montárselo con otro. Con un viejo baboso. Estaba furioso y me daban ganas de entrar y estrangularlos a los dos. No sabía que hacer y estuve allí como un imbécil cinco minutos tirado, pensando que hacer. Al final entré en la cafetería del propio hotel sin pensarlo. Me tomé un café mirando hacia la recepción esperando verlos salir. Al final decidí marcharme y me llevé una servilleta con el anagrama del establecimiento como “recuerdo”. Salieron al cabo de un par de horas. El tipo pasaba el brazo por los hombros de Bea como si ella fuese una propiedad suya. Bea bajaba la cabeza mirando al suelo y se dejaba conducir mansamente. Pagué y salí dispuesto a seguirlos. El destino resultó ser el despacho de abogados donde trabajaba. Al comienzo de la manzana el tipo soltó a Bea y entraron como dos conocidos que hubiesen coincidido de camino al trabajo. Ahora sí que me había surgido un imprevisto y no estaba yo para ir a trabajar. Estaba indispuesto de verdad. Tenía ganas de vomitar después de comprobar como mi esposa, esa mujer de la que estaba perdidamente enamorado me corneaba a placer mientras yo bebía los vientos por ella. Me sentí el hombre ...
... más estúpido sobre la faz de la tierra. ¿Cómo podía haber estado tan ciego? Decidí volver a casa. De camino tenía la sensación de que todo el mundo me miraba admirando el tamaño de mis cuernos, partiéndose de risa al ver mi cara de gilipollas. Quería escapar de allí, perderme donde nadie pudiese encontrarme jamás. Cuando llegué a casa me derrumbé en un sillón y lloré como un niño. Me dije que yo no merecía ese trato. Había intentado ser un buen marido. ¿Había fallado en algo? ¿Había hecho algo que mereciese semejante castigo? Si no estaba a gusto conmigo, ¿por qué no decirlo a la cara? ¿Por qué no me mandó a paseo antes de liarse con otro? No. No era justo. Y estaba furioso. Tanto que me daba miedo mi propia reacción cuando la tuviese delante. Tal vez fuese mejor que cogiese mis cosas y me largase sin despedirme siquiera. Al menos así evitaría la tentación de golpearla hasta verla hecha un guiñapo a mis pies. Porque era así como yo me sentía en ese momento, un guiñapo de mierda, un pedazo de mierda. Me agarré a una botella de licor. Que estupidez, ¿verdad? Ya sé que parece un tópico. Pero es verdad. ¿Qué tendrá el alcohol que cuando las cosas van mal acabamos recurriendo a el? El caso es que me bebí unos cuantos vasos seguidos hasta que mis sentidos comenzaron a embotarse un poco. No me sentía mejor aunque eso ya lo sabía antes de empezar. Creo que pensé que sería un buen atenuante cuando me detuviesen por partirle la cara a mi mujer. Curiosamente el licor me hizo ...