1. Mereces un castigo


    Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... ella ni nadie valía la pena de acabar en la cárcel.
    
    —Me largo —ella me miró como preguntándose si alguna vez volvería, pero se lo aclaré enseguida—. Cuando vuelva espero no verte aquí. En este edificio no se admiten animales. Y las zorras entran dentro de esa categoría.
    
    Sin esperar respuesta salí de casa sin rumbo. Necesitaba despejar mi mente. Estaba dolido como nunca creí que podría estarlo. La persona en la que más confiaba, la que más daño podía hacerme, me había acuchillado sin compasión por la espalda. Vagando sin rumbo acabé sentado en un banco de un parque viendo como paseaba la gente. Parejas felices de novios que estaban empezando llenos de ilusión, matrimonios ancianos que seguían juntos después de muchos años a pesar de todas las dificultades que habían encontrado. Los ancianos me daban envidia y los jóvenes pena. Ya verían como acabarían sus vidas. Al igual que a mí, uno de los dos apuñalaría al otro por la espalda. Me daban ganas de gritarles que todas las promesas de amor eterno eran mentira. Y para mi desesperación, yo seguía amando a Bea a pesar de todo. Debía odiarla y de hecho lo hacía. Pero seguía enamorado de ella. ¿Se podía ser más desgraciado?
    
    Comenzaba anochecer. Miré el reloj y vi que habían pasado más de cinco horas. Tiempo más que suficiente para que Bea cogiese sus cosas y se marchase. Si quedaba algo ya se lo enviaría a donde quisiese. Decidí volver a casa con miedo. Sí. Tenía miedo a no reconocer mi hogar cuando faltasen las cosas de ...
    ... Bea. Cuando viese su armario vacío o la ausencia de sus cepillos en el tocador. Pero tocaba enfrentar al futuro en soledad. Decidí que a partir de ese momento no quería a ninguna mujer en mi vida. Cuando tuviese ganas de sexo me buscaría una puta o me pajearía viendo porno por internet. Estaba decidido y más calmado.
    
    Abrí la puerta de mi casa y la vi. No se había marchado. Seguía llorando, estaba arrodillada en el suelo mirando a la puerta, humillada, esperándome.
    
    —Por favor, Nesto. Escúchame un momento y si después quieres me marcharé para siempre. Solo te pido un minuto. Solo eso. Por favor —su voz se convirtió en un hilo.
    
    —De acuerdo. Tienes un minuto. Después cogerás tus cosas y te marcharás de esta casa. Lo que no te puedas llevar te lo mandaré a la dirección que me digas.
    
    —Te lo prometo. ¿Pero me escucharás?
    
    —Habla.
    
    —Todo empezó hace un mes. Una compañera y yo estábamos hablando en los baños sobre sexo. Yo le confesé que me excitaba mucho ser dominada y golpeada. Creía que estábamos solas. Pero un minuto después de salir nosotras, vi salir a Don Antonio. Recé para que no nos hubiese oído...
    
    —Espera —dije sin poder creer lo que escuchaba—. ¿Me estás diciendo que te gusta sentir dolor? ¿Que te pone cachonda?
    
    —Sí —reconoció bajando la cabeza avergonzada.
    
    —Joder con la mosquita muerta —dije asombrado— continúa.
    
    —Por desgracia Don Antonio lo había oído todo. Al día siguiente me llamó a su despacho. Yo creí que se trataba solo de trabajo. Que me ...
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