-
Mereces un castigo
Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... rabo mientras Amparo desgranaba su plan sin perder de vista la actuación de Bea. Finalmente me derramé en la boca de Bea. Ella ni intentó separarse en cuanto notó mi primera descarga. En lugar de eso siguió moviendo su cabeza adelante y atrás hasta que estuvo segura de que mi polla estaba impoluta. —Entonces, queridos… ¿Estáis de acuerdo? —Pero tu marido conocerá a Bea en cuanto la vea —dije yo. —¿Ese? Que va. Le pondremos una peluca y ni se lo olerá. En lo único que se fija ese mierda es en el culo y las tetas. Creo que a veces piensa que las mujeres no tenemos cara. —¿Es necesario que esté yo también? —preguntó Bea preocupada. —Claro que sí cielo —la voz de Amparo era dulce mientras acariciaba cariñosa el rostro de Bea—. Tú también te mereces tu venganza contra ese hijo de puta. También eres su víctima. Siempre supe que era un putero. Y me daba igual. Pero lo que hizo contigo lo considero una violación. Y tendrás tu venganza. Te lo prometo. Aunque si lo prefieres puedes quedarte, si a Nesto le parece bien —concluyó mirándome interrogante. —¿Quieres participar? —pregunté a Bea. —Sí, amo. Me gustaría participar —contestó con voz ronca que demostraba el odio que sentía por su ex jefe. —Perfecto. Estaba segura de que os gustaría. Por eso he traído ya esto —concluyó Amparo sacando una peluca trigueña de su bolso. Amparo se marchó un par de minutos después tras concretar un par de detalles. Bea la acompañó a la puerta y al volver se colocó sumisa ...
... ante mí. —Amo, creo que merezco un castigo —dijo. Noté un cierto tono esperanzado en su voz. —¿Y eso? —pregunté intrigado. —El licor que le puse a Amparo no era del bueno —confesó con una tímida sonrisa. No pude evitar reírme. Que cabrona. Igual era un peligro que comenzase a hacer las cosas mal a propósito para que la castigase. —Anda, ve a buscar la fusta que prefieras. Mereces que de deje el culo en carne viva por ser una maleducada con las visitas. Se marchó corriendo feliz. Por supuesto la castigué a conciencia hasta que quedamos ambos satisfechos. Y llegó el viernes de la famosa cena… Llegamos a casa de Amparo a las ocho en punto. Tan pronto toqué el timbre Amparo abrió la puerta sonriente. La puerta daba acceso directo al salón. Antonio se levantó del sillón en que estaba tirado al oírnos llegar. Me costó trabajo no irme directo a partirle la cara. Pero la perspectiva de hacérselo pagar caro me hizo aguantar. —Mira querido —lo llamó Amparo—. Estos son Juan y Sole, los amigos de los que te hablé. Verás que bien lo pasaremos los cuatro —habíamos decidido usar nombre falsos por si acaso. El llegó hasta nosotros, o más bien hasta Bea y se apretó contra ella para saludarla con dos besos peligrosamente cerca de la boca. Creo que ni se fijó en mí. Por suerte Amparo tenía razón y por increíble que parezca no había reconocido a Bea. Tras una copa hablando de cosas intrascendentes durante la cual Antonio no quitó ojo de las piernas de Bea nos ...