1. Costa del Sol


    Fecha: 04/08/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... de arena donde ardían las brasas e hincaban las cañas con el pescado. "Es fácil", dijo Pepe; "Para ti, que empalas bien, probablemente hasta a mí me empalarías si hiciera falta", esto lo provocó; "A ti, niña, no pararía de empalarte". Y dicho esto, me tomó del brazo y me llevó frente al borde de la barquita, poniéndose él detrás de mí. "Ahora, disimula", dijo; y me subió la faldita por detrás hasta mi cintura para bajarme el bañador hasta los muslos. Noté su dureza en mis nalgas; después sentí su carne caliente que, entrando por la abertura de mi culo, se alojaba en mi interior, vibrante. "¡Ooohg!", solté. "¡Pepe, esos espetos, ¿van o no?", llamó Miguel, el camarero; "¡Van, van!", gritó Pepe, "¡estoy enseñando a la señorita!"; "¡Bah!", exclamó Miguel.
    
    Yo ahí seguía, atrapada por el espetero, que me clavaba su caña y ¡me gustaba, tanto! "Ay, Pepe, ay, cómo la clavas, oh"; "Niña, me encanta tu cu-lo, oh, disimula que ya, ah, acabo"; "¡Pepe, los espetos!; "¡Van, van, Miguel!, oh, me corro, qué polvo, oh, oohg". Sacó su polla goteante de mi culo y el tibio semen me mojó. "Dame una servilleta, Pepe", le dije mientras seguía disimulando. Me la dio de las que tenían para su uso y me sequé el culo antes de subirme el bañador. Luego me giré, le di un beso en los labios y me encaminé a la mesa que compartía con Alexandra, pero esta, de nuevo, no estaba.
    
    Oteé alrededor y entonces vi que la puerta del servicio de señoras, que daba al exterior del merendero, aun estando cerrada, ...
    ... parecía moverse a intervalos, como si alguien intentara abrirla desde dentro con infructuosos resultados. "Ahí está Alexandra", me dije, y me acerqué. "¡Alexandra!", llamé; "Sofía, estoy aquí, es-pe-ra, ya, ah, oh, ya sal-go, oh". Se abrió la puerta: primero salió un magrebí alto y robusto subiéndose la portañuela del pantalón, detrás mi amiga con varios bolsos colgados de los brazos, que fue devolviendo uno a uno a su propietario, el magrebí, que los vendía; luego este se despidió de nosotras y siguió vendiendo mesa por mesa. "¡Te has tirado al vendedor de bolsos!", recriminé a Alexandra; "No sabes que polla gastaba", rio Alexandra.
    
    Quizá a alguien no le haya quedado claro todavía, pero nosotras vinimos a la Costa del Sol a relajarnos y a divertirnos, y esto es lo hicimos.
    
    Regresamos a la urbanización a eso de las tres de la tarde. Cuando subimos al piso nos dimos una ducha y nos acostamos desnudas en la cama de matrimonio con la idea de echarnos una siesta antes que fuese de noche y volviésemos a salir. Alexandra, en la cama, fue muy cariñosa conmigo; me besó y acarició el cuerpo hasta que se quedó dormida; yo metí mi cabeza en su regazo y pasé mi lengua reiteradas veces por su chocho: sé que dormida se corrió.
    
    Por la noche, cogimos el coche y fuimos a una discoteca; y fue al volver, a punto de entrar en la urbanización, eran más de las cinco de la mañana y el espléndido sol de esta tierra empezaba a asomar su cara, cuando conocí a Alfredo. Jamás podría imaginar que ...
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