Cierra la puerta
Fecha: 02/04/2025,
Categorías:
Gays
Autor: superrapado, Fuente: CuentoRelatos
... mejor de mí.
Estábamos entregados a ese polvo inesperado. Ninguno lo tenía planeado. Pero allí nos encontrábamos dándonos placer.
El orgasmo amagó varias veces con desatarse. Lo demoré cuanto me fue posible.
No me podía creer que estuviera poseyendo a un hombre tan viril y auténtico como él.
“Dios, qué bueno que estás, cabrón” le dije con la mente anegada de gusto.
“Venga, dame tu leche” me contestó.
“Déjame que te disfrute un poco más”
“Dame tu leche, dámela”
Me tiró de los huevos, me retuvo así y ya no puede contenerme.
Me corrí soltando berridos y babas, agarrándome a sus carnes como a un asidero junto a un abismo.
“Pajéame fuerte, dále, dále”
Le apliqué toda la velocidad de que fui capaz y Santos terminó por escupir un chorro de esperma que se estrelló contra el espantoso azul de los baldosines embelleciéndolos al instante con el blanco de la lefada.
Acabó arrumbado contra ellos y yo contra su espalda. Le tomé del rostro y busqué sus labios sensuales.
Me hubiera gustado hablarle de los sentimientos que me despertaba. Pero no me atreví.
Cuando le saqué la polla, mi esperma se vertió desde su culo muslos abajo.
Le tomé de un hombro para que se diera la vuelta y ver su rostro. Nos miramos.
“¿Te he hecho daño?” dije rompiendo el silencio.
“¿Y qué si me lo has hecho?” contestó.
Su respuesta me dejó desconcertado. E inseguro.
Santos se aclaró el cuerpo y salió de la ducha. No se secó. Se largó del baño dejando un rastro ...
... húmedo.
Algo parecido a la desolación crecía en mi pecho.
Me sequé con una toalla que encontré colgada de un clavo y salí del baño.
Estaba convencido de que la cita había tocado a su fin. Me detuve en el pasillo asimilando lo más rápido que podía mi metedura de pata.
Había tenido en mis manos un sueño y de pronto... humo de nuevo.
El rastro húmedo de Santos se adentraba en la habitación oscura donde nos habíamos desnudado de ropa y otras cosas.
Cuando entré, lo encontré tumbado en el catre.
Vi mis ropas esparcidas por el suelo unidas a las suyas. Las cogí.
“¿Te quieres ir?” preguntó con su voz tranquila.
Nos miramos.
Bajé los ojos. Negué con la cabeza.
“Tengo la sensación de que no te ha gustado lo que ha pasado en la ducha”
“¿Por qué me la has metido?” dijo sin abandonar su tono tranquilo.
De repente pasé a sentirme como un niño a quien se invita a confesar sus pecados.
“Lo deseaba. Fue verte el culo y...”
“¿Te gusta mi culo?”
“Me gusta tu culo, tu polla, tus manos, tu boca, tus ojos, tus besos...”
Me quedé callado.
Santos se levantó del catre y se acercó hasta la puerta.
“Voy a cerrar. Aún estás a tiempo de marcharte. Pero si no te marchas, ya no te dejaré salir. Serás mío. Tú decides”
Sus manos empujaban despacio la puerta dándome margen a reflexionar. No me miraba, me dejaba a mí el peso de mi decisión.
La puerta avanzaba, mi corazón se quería escapar de mi pecho con sus violentos latidos.
Fuera, mi vida de ...