¿Qué me dijo mi hermana Paca?
Fecha: 12/04/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Tita, Fuente: CuentoRelatos
... otras pendejadas que le dije para humillarlo–. Saúl salió muy triste de la recámara, lo tomé de la mano y lo llevé a la mía; él se sentó en la cama a punto de llorar y yo me quité la blusa y el brasier, le ofrecí mi pecho, él abrió la boca y se puso a mamar, excitándose. Le bajé la cremallera del pantalón y al sacarle el pene, éste creció en mi mano. Me bajé el calzón y traté de sentarme en él. Mi teta se salió de su boca y me vio a la cara haciendo una mueca de sorpresa, bajó la mirada a mi pecho y cuando yo estaba a punto de colocarme su verga erecta en mi vagina, se levantó casi tirándome al piso. “¡No! Se parecen mucho, pero no”, me dijo, y se salió con el pene flácido colgando. Obvio, tú eres más bonita… –dijo Paca y ahora ella se tomó de golpe lo poco que quedaba en la copa; se sirvió más y me sirvió a mí.
–¿En ese entonces tú eras virgen? –pregunté.
–Sí, Raúl fue el primero, y Saúl el segundo, hace unos días… –Paca tomó otro gran trago volviendo a decir “valor, valor” y yo la secundé.
–¡Perdóname por haber roto tu felicidad! –dije al bajar la copa y con lágrimas en los ojos– ¡Perdóname, Paquita! ¡Perdóname! –grité y me tomé otro gran trago.
–De eso, no te preocupes –dijo volviendo a servir las copas– Él mostró que no valía la pena –y levantó la copa para completar el brindis antes de darle el trago –¡Gracias por enseñarme cómo era el canalla de Raúl! –y apuró gran parte de la bebida.
–¡Buaaa! –solté el llanto, al sentirme culpable y vacié mi copa –pero ...
... ella me sirvió más– ¡Perdóname!, lo mío solo fue una de los ataques de ninfomanía que me dan –me justifiqué.
–Ya pasó, Tita. Tú lo hiciste con Raúl, como con otros más, por esa enfermedad, pero lo que yo he hecho no sé cómo explicarlo. ¡Salud! Y ya no me interrumpas –dijo después del brindis–. El día que vino Saúl a reclamarte que habías vuelto a romper tu palabra pues vio que Eduardo acababa de salir de la casa. Se gritonearon y tú saliste del estudio gritando “¡No estoy loca!”. Yo traté de hacerte ver lo que Saúl te decía desde años atrás, que necesitabas apoyo médico y me corriste de mi recámara, a donde te habías refugiado. Salí y me entristeció la soledad en la que lloraba Saúl, mirando la cama del estudio con sábanas húmedas y ajadas, con vellos castaños y morenos, las cobijas revueltas, y el cuarto hedía a sudor y sexo. Al darse cuenta que lo observaba yo también con los ojos llorosos, él se levantó, y se despidió de mí con un beso en la frente. Me quedé muy preocupada y, al anochecer, cuando los niños y tú dormían, fui al departamento que Saúl ocupaba a unas cuadras de aquí, para ver cómo estaba.
–Nunca te oí salir, me quedé dormida después de haber llorado mucho –dije dándole vueltas a la copa entre mis manos y recordando esa escena reciente de la discusión.
–Sí, lo sé, también escuché cuando le hablaste a Eduardo pidiéndole que esa noche no viniera porque estabas indispuesta y diciéndole varias veces que luego le platicarías, seguramente ante su insistencia ...