El novio de Rafaela (parte 1)
Fecha: 23/04/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos
... pellizcaba el pezón derecho rabiosamente hasta que el dolor vivo que me infligiera se mezclara con el calor del placer difuso que irradiaba entre mis piernas. La idea de que era posible que compartiéramos las mismas ganas, me había mandado a volar. Me vine menos de un minuto después, parada con la espalda apoyada contra la puerta del cuarto, apretando mi concha jugosa a plena mano.
Rafaela me había pedido acompañarla una vez más en la florería en la mañana y había puesto mi despertador temprano, para estar segura de tener tiempo para tocarme antes de volver a ver a Lionel y, así, estar un poco mas cómoda que la víspera. Escuché los pasitos siempre apurados de mi amiga por el pasillo, la puerta de la casa y su carro que se iba. Había salido a comprar pan para el desayuno como cada mañana. Significaba que todavía no me esperaba y que yo disponía de un ratito antes de ir a desayunar con ella. Me había despertado con un vacío insoportable entre las piernas y unas ganas terribles de sentirme penetrada. Lamentaba haber dejado mi consolador en el cajón de la mesa de noche de mi casa. Empecé a acariciarme, mirando al techo. Hacía calor y había dormido desnuda. Tenía las piernas abiertas y dejaba mis dedos deslizarse entre mis labios húmedos, pensando en la erección de Lionel. Cuánto hubiera dado para disfrutarla en aquel momento…
La maletita que llevaba estaba abierta al lado de la cama y, al ver el cepillo para el cabello que tenía allí, con su mango de madera liso, les dejo ...
... imaginar que no demoré mucho antes de encontrarle un nuevo uso. Lo agarré y empecé a pasarlo sobre mis pezones endurecidos, sin dejar de tocarme. Me había metido un dedo que era obviamente insuficiente para calmarme, pero sabiendo que tenía un nuevo juguete que me iba a satisfacer pronto, me divertía frustrándome a mí misma para que mi goce estuviera aún más fuerte. Cerré los ojos y empecé a lamer tímidamente el mango. Me avergonzaba estar así y, a la vez, no me costaba para nada imaginar que la forma oblonga que estaba empezando a chupar era la verga de Lionel. Me asombraba ver en qué me convertían mis ganas: una perra lúbrica que llenaba su concha hambrienta con sus propios dedos, chupando el mango de un cepillo como si fuera la última verga que se le diera de conocer en su vida. Mi morbo sobrepasó rápidamente el sentimiento de vergüenza. Me metí en cuatro en la cama, dando la espalda a la puerta y con las piernas tan abiertas que mi concha rozaba las sábanas, dejando marcas mojadas y brillantes. Me agaché hacia adelante, hasta poner la cabeza en la almohada, y levanté un poco mi culo. Agarré el cepillo y puse en mango en la entrada de mi concha. Me sobé unos instantes en ello, imaginando que era la punta de la verga de Lionel y lo hice entrar lentamente en mi vagina chorreante conteniendo un gemido. El mango de madera era lo suficiente ancho y largo para darme la rica sensación de estar llenada por una verga. En esta posición, tenía la otra mano libre y, siguiendo con las ...