Su profesor particular (capítulo VII): Por fin solos
Fecha: 27/04/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Edstaston, Fuente: CuentoRelatos
“¡Qué mala suerte, profesor!” “Parece que vas a tener que esperar. Lo siento, jijiji”. “Vas a tener que ponerte hielo o darte una ducha fría para disimular el bulto en tu pantalón. No queremos que los operarios piensen que eres un sátiro, ¿no? Jijiji. Yo me encargaré de recibirlos mientras.”
Tomás pensó que los operarios no tardarían mucho tiempo. Elena tampoco podía tener tantas cosas en su habitación de la residencia. Serían cuatro cajas mal contadas. Las subirían, las dejarían, se irían y, como mucho en quince minutos, estaría saboreando los ansiados pies de su ama.
Era verdad que Elena no tenía demasiadas cosas que trasladar. Habría podido trasladarlo todo en un par de viajes en taxi, pero contactó con una de las empresas de mudanzas con mejores referencias de la ciudad. Ellos se encargaban de embalar y desembalar todo. Era caro, pero bueno, que más daba. Era Tomás quién correría con los gastos y él no tenía problemas económicos, así que ¿por qué iba a molestarse ella?
Dos empleados subieron las cosas de Elena en un par de viajes y las fueron colocando siguiendo las instrucciones de Elena. No tardaron mucho en terminar. Cuando acabaron y llegó la hora de pagar, Elena llamó:
“¡Papá! ¡Papá! ¡Estos señores ya han acabado! ¡Sal a pagarles!”
Tomás se dio por aludido y apareció con la cartera en la mano, le dieron la factura y sacó los billetes para pagar. Sobraban 30 euros.
- ¨Voy a ver si tengo para darle el cambio”, dijo uno de los operarios.
- “No se ...
... preocupe. Puede quedarse con el cambio. ¿Verdad papá?”. Dijo Elena mirando a Tomás con una sonrisa pícara.
- “Sí, bueno, puede quedárselo, sí”, contestó Tomás con resignación.
- “No sólo tiene una hija preciosa, sino además generosa”, dijo el operario, sin poder evitar mirar de reojo las tetas de Elena, que se marcaban poderosas bajo su camiseta. “Muchas gracias”.
En cuanto los operarios se marcharon y cerraron la puerta, Tomás se arrodilló, delante de Elena, que estaba sentada en el sofá.
- “Señora. Estoy deseando poder tener el privilegio de adorar sus preciosos pies. ¿Me permite que la descalce y le dé un masaje?”
- “Mira, mejor vete a la cocina y vas preparando una buena cena, mientras yo ordeno mis cosas. Como te dije, soy un poco maniática del orden y la limpieza, y quiero tenerlo todo más o menos organizado cuanto antes”.
Tomás estaba deseando probar esos pies. No le hacía ninguna gracia la perspectiva de irse a la cocina a preparar la cena con el calentón y tener que esperar algunas horas más antes de poder lanzarse a adorar los tan deseados pies de Elena.
- “Señora, por favor. Se lo ruego. Permítame que me ocupe de aliviar esos cansados pies suyos ahora y luego le prepararé una buena cena. Se lo ruego. Debe estar cansada y le vendrá bien un masaje”. Tras decir esto, Tomás bajó la cabeza y se puso a besar las zapatillas deportivas de marca que llevaba puestas Elena, sintiendo el olor que le llegaba y excitándose aun más con él.
Elena estaba ...