Una fuente incomparable de fruición
Fecha: 29/04/2025,
Categorías:
Bisexuales
Autor: Daigarus, Fuente: CuentoRelatos
... invitados se desprendieron la camisa, expusieron sus troncos, ofrecieron todo el arsenal que tenían para que ella tanteara. Ver hombres semidesnudos siempre le daba pábulo a su arrechura. Siguió explorando la entrepierna y descendió despacito por los muslos, rozando los cuádriceps y los femorales de cada uno. Las piernas fibrosas de hombres le resultaban atractivas.
Las manos siguieron explorando la región central, palparon la zona testicular, toquetearon la parte baja y apretujaron con cariño los arpones semirrígidos que ya habían empezado a humedecerse. Dada la incontenible ansiedad, metió la mano por encima del elástico y tocó los miembros directamente. Hacer eso la puso aún más cachonda. Sabía que esa noche gozaría como nunca.
Ellos siguieron adelante con el juego, se bajaron los calzones, se quitaron las camisas y los calcetines, y se quedaron quietos frente a la curiosa fémina. Ella retomó los masajes para hacer que esos chorizos crecieran y se pusieran firmes. Una vez alcanzada la etapa final de la erección, ofreció besitos húmedos en el bálano de cada uno, acompañando con cosquillitas en las bolas. Los dos estaban circuncidados y tenían vergas venosas y oscuras.
—¡Dios mío! ¡Javier! —Ernesto no tenía palabras para describir lo asombrado que estaba de ver al ingeniero en pelotas. Ese tremendo pedazo de carne entre sus piernas lo intranquilizaba—. Qué herramienta la tuya.
—Los colombianos la tienen grande —susurró Estela y sonrió.
La verga de Javier tenía ...
... cuatro centímetros de grosor y veinticinco centímetros de largo. La de Ernesto no llegaba a tres en grosor y apenas alcanzaba veinte en erección. Ambos estaban bien dotados; Estela estaba fascinada de verlos. Tocar genitales de hombres era su especialidad, y más cuando eran de tamaño considerable.
—¿Piensas meterme esa cosa en el culo? —Ernesto le preguntó, mirándolo con desconfianza—. Me partirás por la mitad.
—No es para tanto. Hay hombres que la tienen más grande que yo —le respondió—. Además, yo lo hago despacito y con calma. No te pasará nada.
—Me raspará las almorranas.
—Con el lubricante que traje, gozarás como no tienes idea.
Estela saboreó las dos vergas tiesas que tenía al alcance de la mano, las ensalivó, las besuqueó, las mordisqueó, las lamió y las refregó contra sus mejillas. Les sobó las bolas y les rascó el perineo. Quería sentir la carne masculina lo más cerca posible. Se relamía pensando en la escena que harían los dos frente a ella. Fue tragando los miembros despacio, con la finalidad de degustar el néctar transparente que salía de la uretra. Les sorbió el fluido preseminal y les chupó el meato urinario junto con el frenillo.
Lo siguiente en hacer fue quitarse el sostén y frotar los glandes contra esos enrojecidos pezones que parecían flores primaverales. Aceitó las tetas con los fluidos que los hombres segregaban. Esos grasientos pomelos femeninos fueron sometidos a los vergazos más brutales. Sostenía con fuerza las mangueras para que no ...