Una fuente incomparable de fruición
Fecha: 29/04/2025,
Categorías:
Bisexuales
Autor: Daigarus, Fuente: CuentoRelatos
... llevarlo hasta allí sin cobrarle ni un centavo.
—No te preocupes por nada, parcero. Estela y yo ya lo hablamos. No haremos nada de otro mundo. Tendremos una cena normal y luego nos divertiremos un poco.
—Hay algo de lo que no te hablé. Me daba vergüenza decírtelo.
—¿De qué se trata? —insistió en saber.
—Bueno, digamos que no resisto mucho cuando me excito —le contó y tragó saliva antes de continuar—. Yo sé que a las mujeres les gusta el sexo duradero. Me temo que yo no soy el indicado para eso. Me vengo enseguida.
—Eso tiene arreglo —le contestó para calmarlo—. Tengo un gel especial con efecto anestésico. Te servirá para aguantar más tiempo sin venirte. Siempre lo uso porque tengo el mismo problema que tú.
—Ah, pensé que era algo grave.
—No pasa nada —le aseguró—. Ven, vayamos que Estela nos está esperando.
Bajaron del vehículo, caminaron por la acera bajo el paraguas que Ernesto había llevado, se metieron por una entrada cubierta por un techo metálico, se quedaron de pie frente al portón negro y tocaron el timbre. En cuestión de nada, el portón de entrada se movió hacia un costado, atravesaron un prolijo jardín con arbustos podados y flores coloridas, cruzaron por un sendero pedregoso que los llevó hasta la escalinata de la vivienda. Como era de noche y había poca luz, no se veía con claridad. La casa de Estela era grande y lujosa.
—¡Qué jartera esta lluvia! Parece un diluvio.
—A mí también me tiene harto.
La detallada puerta principal, la ...
... cual era de roble y poesía una aldaba argéntea, se abrió para dejar entrar a los invitados. Una preciosa mujer de aspecto atractivo, vestida con pantalón vaquero de color verde, una blusa rosada y calcetines amarillos, apareció frente a ellos. Les dio la bienvenida y les pidió disculpas porque aún no se había calzado. Le dio un poquito de vergüenza salir así.
—No hay de qué disculparse, mi reina —Javier le habló—. Lo importante es que estamos aquí como acordamos.
—Veo que me trajiste a este jovencito encantador. —Le clavó la mirada más intensa de todas y estudió su cuerpo de arriba abajo—. Ansío conocerlo.
—Ya habrá tiempo para conocerlo. Por lo pronto, necesitamos descansar un poco.
—Pasen.
Al ingresar a la casa, Ernesto quedó boquiabierto al ver tanta belleza y prolijidad. Si bien la vivienda no era una mansión, por dentro lucía increíble. Las paredes eran blancas como la nieve, había cuadros con pinturas de paisajes en cada muro, los pisos estaban protegidos con cerámicos plateados, los muebles eran de algarrobo y brillaban como si fuesen nuevos, la grifería y los picaportes parecían estar hechos de oro, el techo enyesado tenía lámparas colgantes que iluminaban con gran intensidad.
La sala era el sitio más amplio, con un sofá y dos sillones de cuero, una mesita con revistas encima, una televisión pantalla plana, un reproductor de DVD, veladores sobre las mesitas de los costados, una gigantesca alfombra con figuras abstractas y complejos bordados, una estufa ...