Perdí la virginidad con mi hermano gemelo
Fecha: 10/05/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Martina Paz, Fuente: CuentoRelatos
... comenzó el día en el que me confesó que estaba enamorado de Jazmín, una pelotuda que iba al colegio con nosotros desde el jardín de infantes. Nunca me había caído del todo bien, debido, precisamente, a la cercanía que tenía con mi hermano. Quizás fue mi instinto de gemela, pero ella fue la única persona por la que sentí alguna especie de amenaza. Porque sí, perderlo o, al menos, compartirlo, era suficiente para iniciar una guerra. Y luego de pensarlo y repensarlo durante varias noches, decidí que la única arma con la que contaba, era con mi amor. Un amor que va mucho más allá que el de hermanos, que el de gemelos, que el de dos partes de una misma cosa. Además, siempre fui consiente de la forma en la que él me miraba.
Temí por su respuesta ante mi pregunta de que si necesitaba algo más para ser feliz, por lo que volví a besarlo, esta vez con violencia, aferrando mis brazos a su espalda como si de eso dependiera mi vida. Puse toda la fuerza que tenía, y aún más, en no permitir que vuelva a separarnos, que tropezó y cayó de espaldas en la cama. Despegué mis labios de los suyos por un instante, y en sus ojos vi terror. Pero, al sentir la terrible erección entre sus piernas, entendí que sentía muchas más cosas.
─Mira como estás ─dije, agarrándole la pija con fuerza─. ¿Qué es esto? ¿Cómo lo explicas? ¿Seguís pensando en que soy tu hermana cuando se te va toda la sangre a la pija?
Inconscientemente, esperaba un nuevo rechazo, pero me sorprendí gratamente cuando su boca ...
... volvió a pegarse a la mía, mientras sus manos me apretaban el culo con fuerza. Fue un beso potente, con mucha lengua y mordidas. Había sangre, pero me fue imposible saber si era de su boca o de la mía. Me separé de él, saboreando el gusto metálico de la sangre. Me senté sobre sus piernas, me quité la remera y el corpiño, y llevé mis tetas a su cara. Me las chupó, incluso, con más violencia que el beso. En su agitación se dejaban vislumbrar años de deseo reprimido. Yo me sentía en el cielo, eso que recién empezábamos.
─ ¿Te gustan mis tetas? ¿Sí? Dale manu, cómemelas todas. Sacate todas las ganas, hermanito.
Ante mis palabras, su hambre parecía acrecentar. La dureza de su pija apoyada en mi concha me llamaba a los gritos, por lo que de un salto me zafé de sus garras y bajé. Le quité el pantalón y el bóxer al mismo tiempo, viendo como su hermosa pija se elevaba ante mí rostro como un imponente mástil sin bandera. Nada quedaba mejor en ese mástil que mi lengua, como blasón del infierno dispuesta a arrasar con todo lo que se cruzara en su camino. Era tanta la intensidad que me embriagaba, qué, sin ninguna clase de sutileza, me comí su pija de un solo bocado. Tan solo con la primera embestida ya comencé a sentir arcadas, pero no existía la posibilidad de detenerme. Le chupé la pija como si ese hubiese sido el motivo de mi existencia. Sus jadeos de excitación eran la más dulce melodía del universo, y me incentivaban a seguir, a descargar tantos años de hambre sobre la deliciosa ...