1. El diario


    Fecha: 11/05/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    Rocío terminó de limpiar el salón. La habitación de Carlos ya eran palabras mayores. Entrar allí era como hacerlo en una leonera, pero era su trabajo y para eso le pagaban.
    
    Había conseguido el empleo por mediación de una amistad, y aunque asistenta del hogar no era el trabajo de sus sueños, ayudaba a cubrir algunas necesidades que la pensión de su marido no alcanzaba, sin embargo, dadas las circunstancias, el hecho de que fuese un trabajo a media jornada le permitía atender también su casa, a su esposo y a sus dos hijos.
    
    Todas las tareas del hogar le concernían a ella, por lo que, cuando el matrimonio regresaba a las tres de la tarde, la ropa estaba lavada, planchada, la casa impoluta y la comida servida en la mesa. Después de eso, Rocío se marchaba a su casa para seguir haciendo un poco más de lo mismo, con el agravante de tener que atender a un hijo crecidito que no encontraba trabajo, ni tampoco su lugar en el mundo; a otro que era ajeno a cualquier circunstancia que no estuviese vinculada a sus videojuegos; y por último, a un marido decrépito, achacoso y depresivo al que hacía ya dos años que le habían concedido la invalidez absoluta tras un accidente laboral, de ahí que Rocío llevase una vida monacal. A sus cincuenta años su cuerpo estaba en su plenitud, por el contrario, tenía que reprimir unos deseos que con frecuencia aguijoneaban sus carnes.
    
    Sea como fuere, el trabajo le ayudaba a evadirse de una situación abrumadora en la que su único cometido parecía ser ...
    ... el de ser una decente ama de casa dedicada en cuerpo y alma a ocuparse de un marido lisiado, y a sostener los cimientos de una situación familiar que no le aportaba ninguna satisfacción, por consiguiente, el hecho de desaparecer por las mañanas era como una válvula de escape, aunque fuese llevando las riendas de otro hogar.
    
    Rocío era diligente en sus tareas, y con tres meses en el puesto, la familia estaba más que complacida de su competencia, y por ello le subieron el sueldo, pese a que tan sólo se tratase de un aumento simbólico.
    
    Ese lunes, después de arreglar el salón, abrió la puerta de la habitación de Carlos y percibió un ligero tufillo a humanidad. Había calcetines sucios tirados por el suelo, la ropa del día anterior hecha un ovillo sobre la silla y en la mesa de estudio, un plato con restos de comida. Empezó a recoger, primero los calcetines, después dobló la ropa limpia, y la que necesitaba un lavado la metió en la lavadora. Hizo la cama, barrió el suelo e intentó poner en orden el desaguisado de una mesa repleta de apuntes, notas y fotocopias. Carlos le había dicho en reiteradas ocasiones que no le tocara sus papeles porque los tenía ordenados y conocía la ubicación de cada cosa, y por lo tanto, si los movía le trastocaba el sistema. Por eso, procuró no mezclarlos y sólo los apiló un poco mejor para que no pareciese que había pasado por allí un vendaval. Cogió la papelera para vaciarla y advirtió una considerable cantidad de clínex usados. ¿Estaba resfriado? ...
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