El diario
Fecha: 11/05/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... aflicción, aunque no me aventuro a asegurarlo. Sea como fuere, su mirada me parece hechizante. Su cabello es de un tono castaño, entre ocre y rojizo, pero estoy seguro que es el color del tinte que lleva. Sus cejas son oscuras y enmarcan esa mirada que me pierde.
Sus piernas son regordetas. Las pude ver cierta vez cuando se levantó ligeramente la bata para rascarse. También en otra ocasión al sentarse mientras se tomaba un café.
Pero lo que más me pone es ese culo redondo y tentador. Podría hasta dibujarlo de las veces que lo he visualizado mientras me pajeo.
¿Y qué decir de esas generosas tetas que son objeto de mis pajas? El día anterior llevaba un botón desabrochado y me quedé obnubilado contemplando el canalillo de su escote y deseando meter mi polla en él. Con esos pezones que se le marcan a veces en la tela. Mi mente no dejaba de soñar despierto. Imaginé qué sentiría si ella me dejase meter la polla entre aquellos dos tesoros. Fantaseo con la idea de follárselas hasta que me corro a borbotones entre ellas. Cuando me vengo pensando en ella siempre lo hago con fuerza, con intensidad. Imagino mi leche golpeando en su cuello y en su cara, y en esas fantasías tengo conversaciones con ella. Una vez me he corrido, la miro y ella, haciendo aspavientos con las manos me dice:
—Mira como me has dejado la cara.
—Estás preciosa así, Rocío” —le respondo”.
La libreta se le cayó de las manos. ¿Hablaba de ella? ¿La chica de quien Carlos hablaba era ella? Desde luego ...
... había elementos y situaciones en alguna de aquellas frases que la descolocaron, pero descartó esa primera interpretación de inmediato. En cambio, ahora todo parecía más esclarecedor, aunque quería seguir pensando que se trataba de un error. Con el corazón acelerado recogió el cuaderno del suelo y siguió leyendo.
“Sé que está mal lo que pienso. Sé que está mal lo que deseo, pero no puedo evitarlo. No hay mujer que me atraiga como ella. Aunque trabaje para mis padres, mi cuerpo la desea. También sé que está casada y tiene dos hijos, pero eso no me importa”.
Las piernas de Rocío flaquearon. Se sentó en la cama sin soltar el cuaderno. Le quedó claro que era la protagonista, no sólo del diario, sino de sus pajas. Bajó la mirada y continuó con la lectura.
“He intentado no pensar en ella. Pero la veo casi a diario y es imposible no hacerlo. Mis ojos la siguen allá donde va. Mi cuerpo reacciona. Llevo todo el tiempo que está en casa deseándola en silencio. Por eso he decidido escribir este diario, porque me he dado cuenta de que a pesar de saber que está mal, también me gusta sentirlo. Cuando la miro y fantaseo con ella me siento bien, y aunque después me diga a mí mismo que soy un pervertido, en esos momentos soy feliz. Ella tiene cincuenta años, lo sé porque se lo he oído decir a mis padres. Pero es que rebosa sensualidad por todos sus poros. Yo tengo diecinueve y eso representa una diferencia más que sustancial para hacernos parecer unos degenerados, considerando que podría ...